María del Carmen Portocarrero
Vicepresidenta de Gestión Humana de Ransa
En las actividades del día a día es común aplazar oportunidades de aprendizaje para atender pendientes que, en teoría, son más “urgentes” y muchas veces no permiten aprovechar momentos de crecimiento. Lo cierto es que vivir en un mundo cambiante nos exige no solo formar nuevas habilidades sino potenciar las que ya tenemos para ser más competitivos; y aunque esta es una decisión personal de cada trabajador, las empresas tenemos la oportunidad de facilitar este proceso.
Entre los mejores mecanismos disponibles y relativamente rápidos de implementar, están los programas de mentoría, es decir, espacios de acompañamiento donde conectamos a una persona que tiene mucho conocimiento y experiencia en el mundo laboral (mentor) con alguien que aún se encuentra en una etapa más temprana de su desarrollo profesional (aprendiz).
La mentoría se vuelve más trascendental cuando identificamos el tipo de habilidades que los líderes empresariales consideran más relevantes en el mediano plazo. De acuerdo con el último reporte [1] del Foro Económico Mundial sobre el futuro del trabajo, los trabajadores ya no estarán caracterizados solamente por su amplio pensamiento crítico, su capacidad de análisis y la resolución de problemas; sino por sus destrezas de autogestión para lograr un aprendizaje más activo, así como por su resiliencia, su tolerancia al estrés y su flexibilidad.
Bajo este escenario, ¿cuál es el rol del mentor? Sin duda, no es menor. Un líder puede inspirar a través de su ejemplo y no solo con palabras. Más allá de compartir conocimiento en temas especializados como las finanzas, la administración de negocios o la gestión humana; es clave que impulse habilidades para la vida de su aprendiz como la investigación, invitándolo a siempre cuestionar y profundizar lo que considera como un hecho; o el fortalecimiento de sus relaciones interpersonales, incitándolo a formar y mantener su propia red de contactos.
Esta labor requiere de compromiso y convencimiento sobre la importancia de su función y la responsabilidad que implica. Y es que la vocación de enseñar en un entorno laboral de alta exigencia requiere que quienes asuman este rol deseen compartir su sabiduría y sean líderes positivos y cálidos con un genuino interés por el crecimiento del aprendiz. Además, tienen que saber escucharlo para lograr entender sus retos, que son propios de estos nuevos tiempos.
Y si bien la trayectoria no es el único requisito para ser buenos mentores, lo cierto es que, al utilizar las propias vivencias como un mapa para direccionar a un discípulo, transmitiendo cómo los logros y fracasos se convirtieron en aprendizajes para la vida laboral e incluso personal, se puede formar una nueva generación de profesionales que sean incluso mejores que sus líderes e impacten de manera más profunda y positiva en nuestras empresas y la sociedad en general.
[1] Manejo interno: https://www3.weforum.org/docs/WEF_Future_of_Jobs_2020.pdf