Por Mauricio Olaya, socio principal del Estudio Muñiz
Nacimiento y primeros años
Algún día con un entusiasmo inmenso le diste vida. Quizás de la mano de un gran amigo o más de uno, al lado de tu padre o tu hijo o simplemente a tu estilo de lobo solitario. En fin, en cualquier caso experimentaste solo o acompañado la inmensa felicidad de verla nacer.
Casi de forma inmediata se adueñó de tus ilusiones, tus sueños, tus esperanzas y, de alguna manera, de buena parte de tu tiempo libre o tu tiempo de otros afectos.
Le dedicaste toda tu energía, le diste buena parte de lo que tenías y aquello que no tenías, o lo conseguiste de otros, quienes te prestaron su ayuda creyendo en ti e ilusionándose con tus propias ilusiones.
Horas sin dormir, el miedo al fracaso, el estrés, tu salud afectada, tal vez un matrimonio destruido o el cumpleaños de un hijo al que llegaste tarde o no llegaste; como bien lo representa la recomendable película “Vendedor de sueños”.
Crecimiento
Si tuviste suerte (aunque algunos prefieren pensar que esta no existe y que todo es producto del esfuerzo) fue creciendo, originando nuevos afectos y nuevos compromisos. Muchas personas más creyendo en ti y en ella, contagiándose una vez más de tus ilusiones, pero ahora también de las propias emociones y confianza que tu creación empieza a generar por sí misma a través de su marca, su cultura y propósito.
Como siempre en la vida existieron momentos difíciles. La salida de uno de los “miembros de la banda”, el desencuentro con otro o su traición o la de alguno de aquellos en los que depositaste tu confianza para que la cuidaran y te ayudaran a hacerla crecer (profesionalización y dejar de ser one man show te habían recomendado).
También aparecieron los problemas (u oportunidades de mejora que es la forma optimista con la que los ejecutivos definen lo que para el dueño es simplemente un problema a enfrentar). Cada una de estas circunstancias crearon nuevos retos y nuevos sacrificios (de tiempo, de cariños, de patrimonio). Y es que al igual que con los hijos, mientras más grandes más grandes también las preocupaciones que nos generan. Así, fue probablemente, como casi sin darte cuenta fueron pasando los años y los problemas y satisfacciones, como todo en la vida, celebrándose unos y superándose otros.
El éxito
Si llegaste hasta aquí eres probablemente de aquellos que han sentido el legítimo orgullo de quien salió victorioso de tantas batallas (terrorismo, hiperinflación, costos de la formalidad, regulación, fiscalización, etc.) y habrás recordado a tantos otros que fueron quedando en el camino; los habrás enumerado en alguna velada, en algunos casos con pena genuina y en otros como una forma de acrecentar tu sensación de triunfo. Pero cuidado, porque ese orgullo que se apodera de ti mientras más grande es, trae aparejados nuevos y mayores compromisos con más y más gente.
No querer fallarle a aquellos que te siguen acompañando desde el inicio (como lo decía Cerati en la popular canción de Soda Stereo), a los que recién decidieron dejar lo que tenían para acompañarte, a los que creyeron y siguen creyendo en ti, a los que te prestaron, a los que te dieron crédito, a tu familia que disfrutó de tu éxito y quizás por ello perdonó tus ausencias y, en general, no querer fallarte a ti mismo ni a tu marca; sí a esa marca que a veces incorpora tu apellido y cuando no lo hace todos se preguntan quién está detrás de ella.
El hoy
Con cuántos compromisos, historias, experiencias y responsabilidades contigo mismo y otros has llegado al inicio de esta maldita pandemia que lucha por llevarse todo, como un huracán con las endebles casas de drywall americanas.
Estarás escuchando ahora mismo historias de reinvención, de cómo aprovechar la adversidad para encontrar una nueva oportunidad, de cómo en medio de estas situación es que se demuestra de lo que uno está hecho...
Sin embargo, es hoy cuando tienes que echar mano de ese instinto empresarial que te permitió llegar hasta aquí, realizar un profundo análisis de viabilidad asesorándote adecuadamente y sin dejarle el rol protagónico al orgullo, evitando la opinión interesada y, por sobre todo, dejando de lado la vergüenza al tomar tus decisiones. Vergüenza que sientan los que nunca hicieron nada, tú ten presente que nada peor que una decisión que no se toma a tiempo.
Recordemos que en estos escenarios las opciones son muchas, todas difíciles. Algunas temporales o circunstanciales (desprenderte de parte del equipo, reducirle sus salarios, suspender labores, fallarle en el pago a algún proveedor que hoy también tanto lo necesita). Otras más duras y definitivas (solicitud de insolvencia, venta parcial o total de la empresa, liquidación de la misma, etc.). En todas ellas la empresa y tus stakeholders demandarán de ti la misma entereza que tuviste aquel día en que la creaste y les pediste te acompañarán en dicha aventura.