Ecólogo y Director Senior de Programas del Fondo Andes Amazonia
Nuestro presidente no estuvo en la lista de los lideres de 40 naciones invitados al evento ambiental organizado por el presidente Biden, como sí estuvieron los presidentes de Chile, Colombia, Brasil y Argentina. Y esto a pesar de que somos el segundo país con mayor extensión amazónica, uno de los 10 países megadiversos, con una ejemplar cobertura de áreas protegidas terrestres, grandes innovaciones en materia ambiental, y haber sido la sede de una exitosa COP en el 2014. La salud del planeta está tomando la relevancia que necesita y el Perú se está quedando atrás en el liderazgo. La declaración de la tan esperada Reserva Nacional Dorsal de Nasca puede ser una forma de reinsertarse, pero no de cualquier manera.
A pesar de ser signatarios de acuerdos internacionales para proteger nuestra biodiversidad y ambientes naturales, y de tener ambiciosas promesas para limitar nuestras emisiones de gases de efecto invernadero, en la protección de los ambientes marinos somos una vergüenza. El mundo ha tomado conocimiento del rol de los océanos como buffer para el cambio climático y para la seguridad alimentaria, y en ello tenemos una gran responsabilidad. A pesar de ser una de las 5 primeras naciones pesqueras del planeta, somos la que menos protege sus mares. Al sur, Chile, con quien compartimos la corriente fría de Humboldt, tiene casi el 40% de su mar bajo algún régimen de protección. Y al norte, Ecuador, está a punto de expandir aún más la protección de sus áreas marinas en Galápagos. ¿y nosotros? No estamos ni en el 1% bajo áreas protegidas marinas, a pesar de nuestro compromiso internacional del 10%. Y aún así, estamos titubeando en que si la primera propuesta área protegida enteramente marina del Perú, la Reserva Nacional Dorsal de Nasca, debería permitir artes de pesca que dañan la biodiversidad de los fondos marinos, su principal objetivo de conservación.
Ya varios han escrito sobre la importancia de proteger la cordillera submarina de Nasca, por su peculiar y extraordinaria biodiversidad. Ya se ha asegurado hasta la saciedad que las pesquerías y permisos anteriores a la creación de la propuesta área protegida si serán respetados. También se ha mostrado lo poco relevante que es para la economía pesquera nacional mantener la zona de protección estricta debajo de los mil metros de profundidad (ojo, todas las pesquerías, se realizan en aguas superficiales). Como es de amplio conocimiento, la protección y manejo de los recursos son una maniobra astuta para poder pescar más y mantener un mar saludable. No se entiende que argumentos adicionales son necesarios, más aún cuando en el pasado hemos vivido debacles ecológicas y económicas, producto del mal manejo de los recursos pesqueros.
Los sectores relacionados a la industria pesquera privada (Sociedad Nacional de Industrias y la Sociedad Nacional de Pesquería) exigen que no haya zonas de exclusión pesquera, específicamente para el bacalao de profundidad, cuando su pequeña flotilla tiene aún el 93% de nuestras aguas territoriales para extraerlo. Estos gremios no quieren “retroceder” ante los argumentos de conservación ambiental basados en criterios científicos, técnicos y económicos, cuando ellos deberían ser los mejores aliados, particularmente viendo el horizonte político al que nos enfrentamos. Están mostrando falta de visión para entender que el mundo post-Covid está evolucionando a economías verdes y azules, y que apoyando esas medidas de protección se beneficiarán de una legitimidad que se traduce en ventajas comerciales, particularmente siendo el bacalao un producto de exportación a los EE.UU.
Es una tarea de este gobierno y del próximo extender nuestros grandes logros en tierra también a los ambientes marinos y de volvernos a ser el referente y líder que hemos sido en materia ambiental. Pero si se declara una Reserva que no protege nada más allá de las cuotas y vedas que se aplican en todo el mar peruano, se hace insuficiente para ello, además de poner en riesgo su reconocimiento internacional. Esta es también una oportunidad para el gobierno saliente de dejar un legado digno del bicentenario.