
Escribe: Enzo Defilippi, Profesor principal de la Universidad del Pacífico
Hace unas semanas, conversando con un colega sobre mi columna sobre la paulatina destrucción de los pilares que sostienen nuestro crecimiento económico (“Los pilares de la tierra”, del 3/9/25), me comentó que aquello se parecía al juego de “Jenga”: uno puede retirar una que otra pieza mientras queden otras que soporten la estructura; pero si seguimos haciéndolo, tarde o temprano todo se vendrá abajo.
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Lo mismo está ocurriendo con el sistema previsional peruano. En todo el mundo, estos sistemas consisten en esquemas de ahorro forzoso. ¿Por qué forzoso? Porque la gente no ahorra lo suficiente para su vejez, y al no hacerlo, condena a las futuras generaciones a mantenerlos cuando ya no puedan trabajar. Esto genera una carga que puede ser insoportablemente pesada para sus familias y el Estado. Los países de la OCDE, por ejemplo, un club de países mayormente ricos, destinan en promedio poco más del 9% de su PBI al pago de pensiones, equivalente a más de un quinto de todo su gasto público.

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Es obvio que el sistema previsional peruano requiere reformas sustanciales. La tremenda informalidad de la economía peruana deja fuera de las AFP a la mitad de los trabajadores. Y la falta de competencia ha generado que durante los últimos 10 años el retorno sobre el patrimonio (ROE) del sistema de AFP haya promediado 18.2%, una cifra altísima comparada con el promedio global de 11.82% alcanzado por firmas de inversión y gestión de activos durante el mismo periodo (www.damodaran.com).
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Para que el sistema previsional funcione necesitamos, por un lado, ampliar su cobertura. Las cuentas fiscales aún no se han recuperado del golpe que significó la pandemia, por lo que es poco realista suponer que podrá tener un rol sustancial en cualquier nuevo sistema. Por otro lado, necesitamos más competencia entre las AFP. Y si no es posible, regular las comisiones. Su nivel de rentabilidad actual, pagado por afiliados obligatorios, es excesivo por donde se le mire.
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Pero una cosa es reformar el sistema, y otra, destruirlo sin reemplazarlo por uno mejor. Eso es simplemente condenar a millones de peruanos a vivir una vejez en pobreza. Y, sin embargo, es precisamente lo que estamos haciendo permitiendo sucesivos retiros de fondos de las AFP. Se acaba de aprobar el procedimiento para el octavo, nada menos.
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A ver. Es completamente razonable que, ante una emergencia como la pandemia del COVID, cuando mucha gente no tenía dinero para sobrevivir, se permita un retiro extraordinario de fondos. Después de todo, nadie llega a viejo muriendo de hambre en el camino. ¿Pero hacerlo ahora que ya no hay emergencia, y cuando el PBI crece a 3%? No, eso es puro populismo pre-electoral. Y el hecho de que el ministro de Economía haya terminado apoyando este retiro luego de haberse opuesto a él con argumentos razonables es simplemente inaceptable. Una pieza de Jenga más que se retira de la torre, y ya sabemos cómo termina ese juego.

Profesor de la Universidad del Pacífico. Exviceministro de Economía.