Pobres criaturas es el título de una excelente película dirigida por Yorgos Lanthimos en la que una brillante Emma Stone interpreta a una mujer que va conociendo el mundo a través de la experimentación y curiosidad ejercida en libertad. Pero antes de ello –y sin arruinar la historia a quienes no la han visto aún– vivía enclaustrada en un espacio donde todo estaba absolutamente controlado por un médico peculiar con la finalidad de protegerla.
Cuando la protagonista estaba en esta burbuja, incapaz de decidir, el relato se contaba en blanco y negro, pero cuando finalmente sale al mundo y es libre de experimentarlo, el relato adquiere color. Al terminar de ver esta magnífica película solo podía asociar el título con la primera parte de la historia, cuando la protagonista no tenía capacidad de elección; no tiene nada de pobre aquella persona que puede ejercer su libre albedrío.
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Desde que es pequeño, el ser humano tiene la capacidad de decidir, aunque en mayor o menor grado. Muchas de nuestras decisiones las toman nuestros padres o cuidadores y paulatinamente vamos adquiriendo esta mayor capacidad de decisión. Cuando somos libres –con una libertad bien ejercida, sin dañar al otro–, el ser humano innova, crea, crece y se desarrolla, es decir, le pone color al mundo. Cuando nuestra capacidad de elección se restringe, se marchita esta creatividad, innovación y crecimiento.
Muchas veces –más de lo deseado– el Estado es como el científico del relato que, a través de sus disposiciones, limita y restringe bajo la falsa creencia de que nos está protegiendo, cuando en realidad nos está impidiendo crear, desarrollarnos libremente y decidir qué es lo mejor para nosotros. Podemos enumerar algunos ejemplos.
Limitaciones en giros de licencias de funcionamiento, lo que impidió que, durante varios años, un chifa operara una casa de cambios de manera informal afuera de su local por la negativa de una municipalidad que no entendía cómo un consumidor podría consumir en un local donde cambian divisas. Ese es problema del consumidor, no del alcalde. Una prohibición sectorial para que farmacias y boticas vendan ciertos víveres no perecibles (como agua) pese a estar habilitados a vender algunos productos, siempre que no suponga un riesgo para los medicamentos. Se prohibió estas ventas, pero sí se permitió que farmacias operen en los supermercados. Libertad en un caso, restricción en otra sin justificación.
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No se deja de reconocer que pueden haber casos donde efectivamente exista un riesgo o peligro que se debe cautelar, pero al perseguir este objetivo el Estado debe tener siempre en cuenta el ejercicio de derechos como la libertad de empresa, la libre iniciativa privada y la libertad de elección. Por ello, el proceso de regular es tan delicado, porque el Estado debe equilibrar sus intervenciones de manera razonable y legal, para no afectar innecesaria y arbitrariamente nuestros derechos.
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