Director del MBA con enfoque en Business Analytics de Pacífico Business School y Chief Data Officer de Mibanco
Juan Luis Arsuaga e Ignacio Martínez, los genios de Atapuerca, en su excelente libro “La especie elegida” (Crítica 2019) abordan el tema del índice de encefalización, que es una medida que compara el tamaño del cerebro de una especie con el que debería tener si se ajustara a su tamaño corporal. Esta es una medida de cuan inteligente es un animal.
Obviamente los seres humanos lideramos la tabla con un soberbio 7,4 nuestro cerebro es 7,4 más veces grande de lo que se esperaría dado el tamaño de nuestro cuerpo, el segundo lugar del ranking lo ocupan, holgadamente, los delfines con un 4.1, a bastante distancia de los terceros, los sobrevalorados, chimpancés que tienen un 2.5.
Ciertamente los delfines son los animales más inteligentes después del homo sapiens, tienen un sistema de comunicación elaborado, una estructura social compleja entre otras capacidades, pero siendo así, por qué no vemos delfines usando herramientas para poder obtener comida de mejor calidad -por ejemplo mariscos- como si lo hacen los chimpancés que cascan nueces con piedras; o usando elementos de su medio ambiente como los orangutanes cuando se protegen de la lluvia con hojas ¿Por qué los delfines no aprovechan su gran inteligencia para obtener más beneficios?
El problema de fondo está en que los delfines carecen de manos, no tienen los órganos que les permitan convertir sus ideas en acciones de la misma manera que lo hacen los simios, que tienen mucho menos inteligencia, pero sí extremidades que les permiten ejecutar acciones complejas. Las aletas son el Waterloo de la inteligencia de estos cetáceos.
Este mismo problema lo tienen muchas empresas, y lo llamo “el efecto Delfín”, empresas con grandes cantidades de datos y modelos de inteligencia artificial (IA) de altísima calidad; pero que no tienen la habilidad para hacer llegar esos algoritmos a “la punta”, que es como llamamos a la primera línea del negocio, toda la inteligencia que generan luce por su ausencia o llega tarde -en batch- a esos momentos de la verdad en los que los clientes interactúan con la app, el contact center o el representante de ventas y que son donde se genera el verdadero valor.
Grandes inversiones en IA y business case que prometen millones no son nada si no tenemos sistemas, procesos y una cultura que actúen como manos, lo contrario es ser una empresa cetácea (dicho esto último desde el cariño).
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