Andrés A. Escalante

Director de la carrera de Administración y Finanzas UPC

No hace mucho, la mayoría de la población en el mundo vivía una vida mísera y corta. Esta realidad, sin embargo, cambia, según Joel Mokyr, por la convergencia de varios cambios filosóficos e institucionales, que fomentaron el pensamiento crítico e hicieron de la innovación, conocimiento comercialmente útil. Vista a la idea como propiedad privada, el emprendimiento, generado por la creatividad, financiado por el capital y estimulado por un mejor mañana, logró hitos impensables. Ineluctable: como resultado de los cambios institucionales desde ese entonces, el capitalismo ha reducido la pobreza significativamente y podría hacer de ella un flagelo del pasado.

Sin embargo, a pesar de la evidencia histórica a su favor, el capitalismo nunca ha sido bien visto del todo, particularmente en los países pobres. ¿Por qué? En parte porque no es difícil de asociar fenómenos, como las burbujas, los fraudes, la corrupción, la degradación ambiental, los despidos masivos, la desigualdad y hasta la pobreza, con el capitalismo. Es por ello que el desencanto con la economía de mercado ha llegado a límites cimeros y actualmente se cuestiona, inclusive, la sostenibilidad del capitalismo.

En honor a la verdad, ninguno de esos fenómenos es intrínseco al capitalismo. En el capitalismo, los mercados son libres y la competencia es leal; impera la ley; y existen instituciones sólidas y sobre todo inclusivas, por lo que esa asociación sería forzada. Estos fenómenos, en su mayoría, son más el resultado de las debilidades universales del ser humano, como la deshonestidad, la hipocresía, la venalidad, el facilismo, el inmediatismo, que otra cosa. Pero es precisamente por ellas, porque somos moralmente imperfectos y, por tanto, también nuestras instituciones, que, como dijo Immanuel Kant, una defensa moral del capitalismo resultaría insuficiente. Entonces ¿cómo evitar que vuelvan a surgir estos desastres?

Raj Sisodia, miembro fundador del movimiento del capitalismo consciente, ante esta interrogante, propone una manera diferente de hacer negocios, centrándose en relaciones de largo plazo entre la empresa y todos sus stakeholders: empleados y accionistas, proveedores y clientes, comunidad y Estado e incluso medio ambiente. Para ello, sugiere una nueva cultura empresarial multidimensional, sostenida por convicción y por la que trabajarían líderes con inteligencia sistémica. Ello, para Sisodia, haría de la empresa una organización responsable y del capitalismo un sistema económico consciente.

En el capitalismo consciente, la visión del mercado como elemento corruptor o espacio en que se desarrollan juegos de suma cero, donde uno pierde lo que otro gana; o como un espacio que fomente conductas poco humanas, solo porque se persigue el interés propio, es falaz. Comportarse según el interés propio no es inconsistente con la empatía. Adam Smith sostuvo que más allá del egoísmo personal, existen principios en la naturaleza humana que conllevan al interés por el destino de otros y que generan felicidad, al margen de extraer algo de ese destino que esté más allá del placer de contemplarlo. Para Smith, el ideal del mercado descansa en la ética del respeto y de la honestidad de uno con el otro y no en un mero intercambio interesado e instrumental. En efecto, no es una mera razón instrumental lo que nos anima a realizar millones de intercambios voluntarios diariamente; también nos mueve un sentido de dignidad propia y respeto por el otro y por lo que es de otros—virtudes, todas, sin las que una sociedad libre colapsaría y que el mercado promueve mejor que cualquier otra institución. El capitalismo consciente parte de estas premisas para proponer esas relaciones interinstitucionales generadoras de valor para beneficio de todos.

Sin embargo, cual retahíla, los fraudes existen: Enron, Volkswagen y Madoff-Ponzi. La corrupción institucionalizada existe: Odebrecth: Las burbujas especulativas existen: la tecnológica y no hace mucho la inmobiliaria, de consecuencias catastróficas. Y existe también, particularmente en la región, un creciente malestar social generado no solo por la ilusión de riqueza, sino por la falta de dinamismo económico, resultante, estrictamente, de políticas mercantilistas, excesivo intervencionismo estatal y de otras malas ideas que solo generan malas instituciones.

El capitalismo consciente, para Sisodia, sería la forma de evitar estos desastres y neutralizar, tanto el desencanto con la economía de mercado, como el cuestionamiento al capitalismo. Pero ¿podemos cambiar la manera de hacer negocios? El capitalismo ha demostrado ser un sistema flexible y adaptable. En su versión consciente, se propone un enfoque diferente de gestión empresarial, a partir de una reforma cultural organizacionalmente, centrado en la persona y sus virtudes y no en sus vicios. No es omnímodo ni va a solucionar todos los problemas eficientemente, pero si queremos mayor riqueza y libertad individual para todos, deberíamos asumir el desafío de Sisodia.