Exministro de Economía y Finanzas
Perú ha sido privilegiado con la presencia de recursos geológicos de inmenso valor, presentes en diferentes regiones del país. En particular, contamos con una fuente de minerales en torno al cual se constituyen un conjunto de actividades que de forma directa e indirecta, despliegan una cadena de valor que ha traído un fuerte crecimiento inclusivo por varias décadas. Esto indica, que no sólo sus resultados han sido plasmados en aportes al crecimiento económico, sino también a la mejora sustancial de los indicadores sociales. De acuerdo a un estudio que venimos desarrollando en el Consejo Privado de Competitividad (CPC), estimamos que si la actividad minera no hubiese crecido desde el año 2000, el PBI del 2019 sería 20% menor al registrado. Dada la fuerte vinculación que tiene el crecimiento económico con la disminución de la pobreza, esto habría significado que la tasa de pobreza sería mayor en 5 puntos porcentuales (pp). La minería ha transformado al país y puede seguir haciéndolo.
El impacto descentralizado de este efecto es aún más evidente. Regiones como Apurímac y Cuzco, tendrían un PBI percápita menor de 60 y 40%, respectivamente, si la minería no hubiese crecido en las últimas dos décadas. Y gracias a este dinamismo, estas regiones han logrado que la pobreza disminuya en 26 y 20 pp respecto a un escenario sin crecimiento minero. En otro tanto, el análisis realizado en el CPC, donde se compara el cierre de brechas sociales entre distritos mineros y no mineros en el Perú, encuentra que el ser un distrito con presencia de la actividad minera significa registrar tasas de pobreza menores en 5pp respecto a los distritos donde ella no está presente. Así mismo, se halla que las brechas de agua y desagüe son mejores en 5,5 y 3,5pp, respectivamente, en caso de ser un distrito minero.
Más allá de la apabullante evidencia estadística del impacto minero en el desarrollo del país, el crecimiento inclusivo también se concreta en aportes tangibles hacia la sociedad. Las operaciones mineras logran beneficiar a las comunidades en zonas alejadas, que forman parte de su área de influencia donde no hay presencia del Estado, con proyectos e iniciativas enfocadas en salud, educación, conectividad y medio ambiente que implican un aporte sustancial y concreto en la formación del capital humano. El aporte del sector minero en la sociedad, además de desplegar programas como los mencionados, que atienden retos estructurales, también ha demostrado reaccionar de forma inmediata a situaciones de emergencia, como lo ha vendido siendo la pandemia. Así, las empresas del sector han desplegado acciones como la donación de plantas de oxígeno alrededor del Perú, equipos médicos y alrededor de 700 mil pruebas de descarte. También se donaron alimentos y vacunas contra la influenza y neumococo, destinados a las comunidades más vulnerables. Si nos remitimos al observatorio de vacunación del CPC, se observa que no es casualidad que sean justamente las regiones con mayor presencia minera las que se encuentren liderando el proceso de vacunación.
Es importante subrayar el marco institucional en el cual opera el sector minero donde las instituciones técnicas, como SENACE, ANA, Osinergmin u OEFA, se encargan de evaluar y/o fiscalizar las operaciones de las empresas extractivas. Así, ambas partes pueden asegurarse de que las acciones se están llevando a cabo de manera tal que no se afecte negativamente al equilibrio ambiental y social de las zonas de impacto. Es importante resaltar que estas instituciones tienen un rol autónomo y decisivo que vienen garantizando la transparencia e imparcialidad de los procesos a su cargo para evitar que factores externos interfieran con los mismos.
La minería tiene la capacidad de seguir siendo el protagonista clave para alcanzar una mayor prosperidad. El sector cuenta con una cartera de proyectos de inversión de US$ 58 mil millones que puede multiplicar aún más la dinámica productiva, lo que llevaría a que el PBI se incremente en 25%. Lo anterior redundaría en más empleo, menos pobreza, y en la capacidad de generar recursos fiscales que mejorarían nuestra capacidad institucional y la efectividad de los programas sociales. Por tanto, el gobierno tiene que quitarse la venda oscura del dogmatismo excesivo y decidirse a impulsar un sector que tiene la capacidad de transformar sustancialmente al país.