Ex Jefe de la Agencia Espacial del Perú CONIDA
La tecnología aeronáutica es una de las más “caras” en el mundo. Los altos niveles de seguridad requeridos para la sostenibilidad de la industria demandan numerosos estudios y pruebas, mejores diseños, nuevos desarrollos y altísima calidad en todos los procesos. La electrónica aplicada a la aeronáutica militar es un ejemplo de tecnología muy costosa.
Consideremos el caso del Hércules L-100 del fabricante estadounidense Lockheed, actualmente en servicio en la Fuerza Aérea del Perú. Una aeronave de este tipo tiene cientos, miles, millones de partes mecánicas, eléctricas y electrónicas que, de forma sistémica, deben funcionar a la perfección para evitar accidentes. Los motores del L-100 son controlados con sistemas electrónicos constituidos por varios tipos de “bloques”. Uno de ellos es el Data Concentrator Unit (DCU).
Para que la aeronave se mantenga operativa durante su tiempo de vida, requiere un mantenimiento constante. A pesar de ello, algunas partes, eventualmente, fallan. Si un DCU se malogra, es necesario enviarlo al taller para su reparación. El costo de su reparación en un taller autorizado en EE.UU. es US$ 75,000.00.
Sin embargo, la FAP cuenta con el Servicio de Electrónica (SELEC), una organización de mantenimiento con personal altamente calificado en Perú y el exterior, con talleres y equipos especiales, con procedimientos certificados y sistemas de calidad que aseguran que las reparaciones en el país tengan el mismo nivel de las realizadas en fábricas internacionales. El costo de reparar el DCU en el SELEC es US$ 115.00, es decir, menos del 1% del costo de reparación en el extranjero.
El margen entre el costo de la reparación en EE.UU. y el costo en Perú puede ser entendido como el precio a pagar por la falta de tecnología. Pero también puede ser comprendido como la contribución del Perú a la generación de alta tecnología en otros países, el subsidio al desarrollo extranjero, nuestro aporte para sostener industrias, universidades, ingenieros y técnicos del exterior o el pago que hacemos para perpetuar nuestra propia dependencia tecnológica.
¿Está dispuesto a pagar un 500% de sobreprecio, por ejemplo, por un producto que puede hacer en casa? Si responde no, ¿por qué entonces se aceptaría pagar más de 65,000% de exceso por bienes y servicios que podemos producir localmente? Existen muchas respuestas a esta interrogante. Sin embargo, siempre encontraremos, como denominador común, la falta de conocimiento o la ignorancia como explicación a la ausencia de compromiso real por el desarrollo de alta tecnología nacional.
Si la opinión pública ignora las implicancias en el largo plazo de cada contratación de tecnología extranjera realizada hoy, ¿Cómo se puede influir en los responsables de formular políticas nacionales en el rubro de generación de tecnología nacional? Es muy importante, entonces, difundir estos asuntos trascendentales para el futuro de la nación.
Por ello, se debe cambiar la mediocre agenda de eterna confrontación política, escándalos de corrupción y farándula para introducir en el debate público temas verdaderamente relevantes como los de la alta tecnología que nuestro país debe desarrollar para asegurar su viabilidad y supervivencia futuras.
Identificar las tecnologías clave que debemos dominar para el futuro, encontrar los nichos en los que conviene desarrollarnos, insertar productos nacionales de alta tecnología en la cadena de valor global, buscar asociaciones estratégicas para coproducir en lugar de comprar sistemas “llave en mano” son temas trascendentales que debemos estudiar y sobre los cuales trataremos en próximas entregas.