Cofundador de Juana
En el 2017 se aprobó la ley con el propósito de garantizar el derecho fundamental a la salud con el acceso, exclusivamente para uso medicinal y terapéutico, del cannabis y sus derivados. Recordemos que en el Perú, como muchos otros países; si tienen un tiempo revisen el caso de Charlotte que es emblemático para la industria, fueron los pacientes, en particular madres de estos, las que impulsaron la norma. El objetivo, curar a sus hijos o ayudarlos a llevar sus enfermedades.
En el 2019 se aprobó el reglamento que establecía las reglas de juego para justamente garantizar ese acceso. Sin embargo, esto no ha sucedido. Estamos a mediados del 2022 y no hemos podido trabajar en lograr que la planta sea más accesible. Lo peor, es que hemos perdido ese foco. El objetivo de las reglas ya no conversa con el propósito. Algunas claves que permiten darnos cuenta:
- Los voceros cambiaron. Ya no vemos más a las madres luchando por la medicina. Ahora vemos a corporativos de grandes multinacionales hablando de la necesidad de legalizar el mercado. De establecer reglas claras que permitan predictibilidad para rentabilizar la inversión. Para mencionar un ejemplo, se habla de la necesidad que los productos de CBD cuenten con receta médica cuando estos a nivel global son tratados como un suplemento alimenticio.
- Las asociaciones de cultivo, que eran la forma más rápida para garantizar ese acceso siguen sin regularse; estas operan bajo un manto de clandestinidad; si bien es cierto menor que el que había en el pasado; todavía no logramos que los pacientes accedan libremente a la medicina.
- No se ha generado un mecanismo para incluir a las personas del mercado informal; el mal llamado mercado negro. Se les ve; y posiciona como enemigos de la industria cuando son estos los que más experiencia en la planta tienen, los que más podrían apoyar a garantizar ese acceso, total es lo que han venido haciendo por mucho tiempo. Deberíamos trabajar de la mano con ellos, habilitarles un verdadero ecosistema que les permita lograr una mejor operación.
Pero el problema es mayor, no solo estamos dejando de lado de cumplir el propósito de la ley, que es ayudar a millones de personas que podrían beneficiarse con el uso de la planta; quizás más grave estamos perdiendo una oportunidad de oro para re-posicionar al sector privado. Que es una tarea urgente.
Pero en qué consiste la oportunidad? Pues muy fácil, estamos viviendo el nacimiento de una nueva industria, estamos a tiempo de crear reglas de juego inclusivas, de ensayar mecanismos laborales que permitan el desarrollo de las empresas y el trato justo a sus colaboradores, de incorporar a la sostenibilidad como eje transversal de la operación, todavía somos pocos los jugadores, demos el ejemplo; volvámoslo standard en la industria.
Pero aun hay más, esta es una industria que se ha movido mucho tiempo en el ámbito de la ilegalidad; se presta para monitorear pilotos que permitan la formalización; aquellos exitosos podrían replicarse luego en otras industrias.
Pero esto es sólo el principio, la industria del cannabis medicinal tiene un ROI millonario pero este es sólo la punta del iceberg. Existen decenas de usos para el cannabis industrial, el denominado cañamo o hemp. Pueden hacerse textiles y materiales que reemplacen al plástico; ambos biodegradables con lo que contribuiríamos a no calentar más nuestro planeta.
Se podrían hacer miles de productos con valor agregado, eso que tanta falta le hace a nuestra economía. Podríamos formar cooperativas donde nuestros agricultores obtengan una retribución valiosa por su trabajo. Podríamos hacer del cannabis una industria que una como lo hizo en su momento la gastronomía o nuestra selección; sería una oportunidad para revalidar nuestros valores cívicos y nuestro orgullo como peruanos; las condiciones están dadas; nuestra geografía nos sitúa de manera privilegiada para la siembra, la reputación de nuestros productos agrícolas nos potencia. No olvidemos que la industria es global, podríamos capitalizar a nivel mundial.