Miembro del Movimiento Salud 2030 y experto en Sistemas Globales de Salud de la Universidad de Harvard
Trascurrido año y medio del primer caso de COVID-19 en el Perú, el sistema de salud ha estado bajo la lupa de los ciudadanos. Si bien el proceso de vacunación avanza de forma sostenida, la oferta de servicios es aún reducida y se presume que la tercera ola se acerca. Al 22 de agosto, se han registrado 2´142,153 casos por COVID-19 y 197,879 muertes en el Perú (Sala Situacional MINSA).
En el aspecto económico, según el último estudio del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), el índice de pobreza es de 30%, es decir casi un tercio de la población en Perú no cubre sus necesidades básicas. Esto a raíz de que la tasa de desempleo es 2.3 puntos porcentuales más a lo registrado en el primer trimestre del 2020. Los datos económicos son parecidos en la región. Sin embargo, el número de casos y muertes a causa del COVID-19 en Perú fue superior durante varios meses a los porcentajes registrados en el resto de América Latina.
Hay muchas variables a considerar, entre las que destacan las decisiones políticas inadecuadas y las fallas estructurales (falta de liderazgo, de sistemas de datos y análisis, de decisiones basadas en evidencias y de capacidad de respuesta del sistema de salud). Quiero centrarme en dos puntos específicos: la gestión de información y la capacidad resolutiva.
En primer lugar, el Perú adolece de una correcta gestión de datos (PCM, 2013). No hay sistemas de datos y registros nacionales interconectados entre las diferentes instituciones que son parte del sistema de salud. Muchos de los registros existentes no se encuentran actualizados o digitalizados para el libre acceso. Es así que, durante los primeros meses de la pandemia, hubo escasa gestión y gran desinformación. Como consecuencia, los principales tomadores de decisiones no sabían en qué zonas del país el índice de contagio iba en aumento y qué medidas adoptar al respecto, con ello los mensajes emitidos hacia la ciudadanía eran confusos. Cabe resaltar que, desde el sector privado, nació la iniciativa Open Covid con el objetivo de recopilar mayor información al respecto. Al poco tiempo, el MINSA presentó la sala situacional del COVID-19 como una iniciativa de transparencia. No obstante, el sector de salud aún adolece de una correcta gestión de información.
La gestión de datos es fundamental en escenarios de crisis como el descrito, para ello resulta trascendental contar con sistemas de datos digitales con la Historia Clínica Electrónica (HCE). En el Perú, aún no se ha terminado de implementar, siendo un obstáculo para brindar atención de manera oportuna y de calidad, independientemente del establecimiento de salud al que se recurra. El Ministerio de Salud aprobó la Agenda Digital del Sector Salud 2020 – 2025, para abordar los temas mencionados. Sin embargo, falta priorizar su implementación en el primer nivel de atención y convocar tanto al sector privado como a la sociedad civil para acelerar la transformación digital en el sector.
La segunda variable es la capacidad de respuesta de sistema de salud. Según cifras del INEI (2016), 7 de cada 10 peruanos que buscan atención médica lo hacen informalmente a través de boticas o algún método alternativo. Si a ello sumamos la escasa oferta de profesionales de la salud, equipos, medicamentos e insumos necesarios, es difícil que el primer nivel de atención pueda cumplir sus funciones y evitar el flujo de pacientes hacia los hospitales generales, lo cual rompe con la lógica de un sistema de salud estructurado e integrado.
A este problema de uso inadecuado e ineficiente de la atención primaria de salud se suma la saturación de los subsiguientes niveles de atención, que tampoco cuentan con los recursos necesarios. Tal es así que, al inicio de la pandemia, había solo 100 camas UCI y 3000 camas hospitalarias a nivel nacional con un déficit de profesionales de la salud evidente. Si bien el gobierno peruano multiplicó el número de camas en un esfuerzo loable, es físicamente imposible lograr lo mismo con el número de profesionales de la salud que se necesita. Por eso, la nueva gestión debe tomar acciones concretas para optimizar la capacidad de respuesta, soportadas en la transformación digital y la generación de nuevas alianzas con la academia, sociedad civil y sector privado. Solo así podremos acercar al ciudadano al sistema de salud y descentralizar la atención, brindando un servicio oportuno y de calidad.