Escribe: Álvaro Monge, socio de Macroconsult
La semana pasada culminó el foro de la Cooperación Económica de Asia – Pacifico (APEC) organizado en nuestro país. Este foro reúne a 21 economías entre las que destacan socios comerciales del Perú como Estados Unidos y China. La importancia de este tipo de reuniones para una economía pequeña y abierta como la peruana es que permite estrechar vínculos comerciales con economías más desarrolladas y eventualmente atraer inversiones hacia nuestro país. Este es un objetivo deseable y urgente. Deseable porque la evidencia respecto a los efectos positivos de la inversión en el crecimiento de largo plazo es contundente. Urgente porque el nivel de crecimiento potencial que actualmente experimenta nuestro país (alrededor del 2% según estimaciones de Macroconsult) es insuficiente para permitir un cierre de brechas sociales de forma sostenible.
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Sin embargo, también es cierto que la inversión no es el único de los factores que influye en el crecimiento de largo plazo. Otro de los elementos críticos es la productividad de un país (lo que en la literatura recibe el nombre de productividad total de factores o PTF). El problema con la PTF es que en la medida que esta es baja o si se debilita en el tiempo, como en el caso peruano, el efecto medio del resto de factores en el crecimiento también se deteriora.
Surge de ese modo la paradoja de las inversiones poco productivas o con efectos en el crecimiento por debajo de los esperados. Por ello, una de las preguntas recurrentes en teoría del desarrollo es ¿de qué depende la PTF? Young Eun Kim y Norman Loayza, ambos economistas del Banco Mundial, hicieron una revisión de la literatura en el año 2019 y seleccionaron cinco determinantes críticos: innovación, educación, eficiencia de los mercados, infraestructura de calidad e institucionalidad. No es difícil argumentar que el Perú muestra un desempeño pobre en cada una de estas dimensiones. Por razones de espacio (y porque es relevante en la coyuntura actual) comentaré solo uno de ellos: educación.
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Los indicadores que mejor reflejan los límites que impone nuestra educación en la productividad de la economía y el crecimiento de largo plazo son los rendimientos de los estudiantes. De acuerdo con la última medición realizada por el Ministerio de Educación (en el año 2023), solo el 37% de los niños que cursaban segundo de primaria lograron las competencias requeridas en lectura. Mientras tanto, en matemáticas, la cifra se reduce al 11%. En segundo de secundaria, aquellos adolescentes que lograron las competencias esperadas en lectura fueron solo del 18% y en matemáticas el 11%. De este modo, si bien los niveles de asistencia escolar que ha logrado el Perú son elevados (99% en primaria y 92% en secundaria en el segundo trimestre de este 2024), aun la gran mayoría de los estudiantes que asisten al colegio no logran niveles satisfactorios de aprendizaje, limitando la construcción de capital humano y a partir de ahí la productividad media del país.
En tales circunstancias, la decisión de política pública obvia sería buscar estrategias que en el corto plazo permitan recuperar los aprendizajes. Por ello, resulta poco comprensible la decisión del Gobierno de cerrar los centros educativos y migrar a una educación virtual durante la semana en la que se desarrolló el evento tomando en cuenta que una decisión como esa va justamente en el sentido contrario.
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La evidencia que respalda dicha afirmación es cada vez más abundante. Dos ejemplos recientes son estudios publicados por Harry Patrinos, Maciej Jakubowski y otros investigadores entre abril del año pasado y enero de este año como parte de los documentos de trabajo del Banco Mundial. Los autores muestran que el efecto de una semana de cierre de escuelas representaría pérdidas en aprendizajes entre 0.5% y 0.6% de una desviación estándar en los puntajes de diferentes tipos de pruebas de rendimiento analizadas. Haciendo una transformación aritmética gruesa (y solo con fines expositivos), esto significa que al cerrar una escuela una semana se estarían perdiendo, en promedio, un poco más de una semana en aprendizajes equivalentes, siendo mayores los efectos cuando los niños son más pequeños. Si bien los resultados no son estrictamente aplicables al caso peruano (son estudios globales usando parámetros globales) lejos de argumentar que para nuestro país los efectos serían menores, es más fácil intuir que serían mayores. Algunas condiciones de nuestro sistema educativo como la escasa conectividad y los desempeños educativos iniciales dramáticamente bajos dan poco margen para ser optimistas.
Por ello, de aquí en adelante los esfuerzos deberían dirigirse a no solo evitar en el futuro el cierre de colegios sino diseñar estrategias orientadas a recuperar los aprendizajes y evitar que los efectos de los cierres parciales y totales que hemos acumulado desde el 2020 tengan efectos persistentes. De ese modo, como nación no ponemos en riesgo el futuro de nuestros niños y adolescentes y, como economía, tampoco ponemos en riesgo los potenciales efectos positivos de nuestra mayor apertura al mundo.
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