Presidente de Apeseg
Después de dos años y medio podemos empezar a decirle adiós al símbolo más visible de la pandemia del covid, la mascarilla. Precisamente, hace unos días tuvimos la reunión anual de la comunidad de aseguradores y reflexionamos sobre el rol que nos tocó desplegar en la pandemia, cómo tuvimos que poner en marcha en pocas semanas planes pensados para dentro de varios años, dado que de pronto casi todo tuvo que ser remoto. Reflexionamos también sobre la forma como el sector pudo indemnizar con diferentes montos a poco más de un tercio de las familias que sufrieron la muerte de un familiar por la covid-19. Y claro, por más que queramos ver la parte llena del vaso, lo que destaca es la parte que quedó vacía, hablamos de las personas a las que no llegamos, de los dos tercios de fallecidos que no tuvieron una póliza de seguros de vida, ni un seguro de vida ley al no ser trabajador formal, y de aquellos cuya deuda no fue pagada por no tener un seguro de desgravamen.
Ser empresas sostenibles implica aspirar a tener una base de clientes mucho más amplia y diversa. Desde el sector asegurador entendemos que el siguiente desastre para el que debemos prepararnos como país es un terremoto de gran magnitud cercano a la capital. Este desastre tendrá un costo en vidas (100 mil personas fallecidas y un millón de heridos) y activos destruidos (5000 escuelas públicas y 200 hospitales) que nos retrocederá varios años. Si en promedio la economía crece a 3%, un evento así reducirá el PBI en 20-25%.
El gobierno no tiene recursos para afrontar un evento de ese tamaño. No podrá reconstruir la infraestructura pública dañada sino en más de 10 años. Ningún hospital o escuela pública está asegurado contra terremotos. No podrá atender la demanda de las familias que perdieron por completo alguna de las 500,000 viviendas que quedarán inservibles. Lima se convertirá en una ciudad llena de tiendas de campaña, sin servicios de saneamiento, con miles de focos de contagio. Los niños perderán meses de colegio antes de poder volver a escuchar una clase sentados en un módulo temporal.
Macroeconómicamente la deuda se disparará, y por más ayuda internacional y alivio financiero que encontremos el Perú pasará a ser un país con no menos de 60% de deuda sobre el PBI, y seguro perderemos en el camino el grado de inversión.
¿Si este escenario es mucho más terrible que lo que ha sido el impacto de la pandemia, por qué no empezamos a ocuparnos de mitigar estos impactos? ¿Qué podemos empezar a hacer? Y quisiera que no nos centremos en la respuesta inicial a la emergencia que es un capítulo aparte. Quisiera que por una vez nos centremos en la semana siguiente cuando intentamos regresar a la normalidad.
Hay algunas cosas obvias, como empezar por asegurar la infraestructura pública porque no hacerlo implicará que terminemos con una mayor carga de deuda pública para tener los recursos para la reconstrucción, y que dado que no hay planes de contingencia demoraremos no menos de 10 años en reponer dicha infraestructura haciendo que el nivel de atención en salud y educación sean muy inferiores a los de hoy, por 10 años.
Un segundo tema es cómo aliviaremos la necesidad de reconstrucción de viviendas para tanta gente que la perderá. Recordemos que no más de 3% de las viviendas están aseguradas ante catástrofe y en la mayoría de los casos solo porque se lo exige el crédito hipotecario. El resto de nosotros asume que nunca la perderá y no tiene planes de contingencia. La mayoría de las viviendas en Lima han sido autoconstruidas sin los parámetros de seguridad sísmica requeridos o lo han hecho en zonas donde el suelo no es el más apropiado. Frente a una emergencia de esta naturaleza será necesario dar vivienda temporal a cientos de miles de limeños. Todos ellos necesitarán un capital para empezar de nuevo. Se necesita armar un esquema de aseguramiento social para esa población. En otros países, las cementeras son las que ofrecen no solo planos de construcción sismorresistentes sino también uno va pagando un seguro paramétrico con la compra de las bolsas de cemento. Otra idea similar es que son las municipalidades las que cobren este seguro paramétrico vía el pago de arbitrios o impuesto predial. En caso de destrucción, las familias recibirán una indemnización que les permitirá volver a empezar.
El tiempo para actuar es hoy. No basta con hacer simulacros donde solo practicamos cómo salir de nuestra vivienda o trabajo. A ver qué dicen las nuevas autoridades.