Presidente de Apeseg
La falta de popularidad de los gobiernos trae una temporada de discusiones sobre cuál debe ser el monto del salario mínimo. Por ello, es que hace rato se viene insistiendo en la necesidad de que esta discusión salga de la lista de herramientas de salvataje del gobierno de turno y pase a ser una discusión donde en realidad el mínimo objetivo alcanzable debería ser cómo facilito la creación de mejores empleos para los trabajadores. A veces parece que nos olvidamos de que estamos legislando sobre este tema en un país donde 80 por ciento de los trabajadores no tiene un contrato formal por lo que cualquier regla sobre el funcionamiento del mercado formal no lo toca sino indirectamente.
Si nos gana la urgencia de apoyo y fijamos un salario mínimo muy por encima de lo que las firmas formales pueden pagar se producirá un fuerte incentivo a informalizar los puestos de trabajo porque si bien es super fácil aumentar por decreto el salario mínimo, la productividad de las empresas se queda exactamente en el mismo nivel después del anuncio. Es más, esa productividad se empieza a destruir porque al informalizar la fuerza de trabajo se reducen los incentivos para que dicha empresa gaste en capacitación en esos trabajadores que dejaron de ser parte de la empresa. Esa fuerza de trabajo desplazada no accederá a los mismos niveles de capital y conocimiento de la empresa que salieron y por lo tanto el resultado global será que en el papel se ha subido el salario mínimo, pero en la práctica la productividad promedio de los trabajadores ahora es menor. Es decir, exactamente lo opuesto al objetivo que inicialmente deberíamos haber apuntado.
En este tema los gobiernos pueden escoger la ruta fácil de subir el salario mínimo que será prácticamente contraproducente en el mediano plazo o escoger la ruta complicada de hacer el trabajo de aumentar la productividad de las empresas. Esto no ocurre de la noche a la mañana y por decreto. Pero, sólo los aumentos sostenidos de productividad son los que realmente permiten tener la posibilidad de generar buenos empleos y mejores salarios. Me refiero a empleos que tendrán todos los beneficios de la protección social, y que permitirán que los trabajadores puedan seguir progresando en la medida que la empresa se hace más productiva. Esta ruta en el Perú está delineada en el Plan de Competitividad que el MEF publicó hace varios años y que ha ido empujando cada vez que ha podido.
Lo complicado es que detrás del aumento de la competitividad hay muchísimas opciones y unas son más potentes que otras. Piensen por ejemplo en el rol que tuvieron los tratados de libre comercio que aumentaron el tamaño de mercado al cual podían atender en varias veces para empresas que antes sólo vendían localmente o quizás a un único destino en el exterior. Pero también se aumenta competitividad con cosas tan complicadas pero urgentes como reducir el costo de la inseguridad ciudadana. No creo que nadie que pensó en hacer empresa imaginó que dentro de su presupuesto iba a poner pago de cupos. Hoy empresas muy pequeñas que quisieran ser empresas formales se ven atacadas día a día con niveles de inseguridad que literalmente hacen que fracasen sus planes. ¿Cuántos robos por semana aguanta una botica de barrio antes de cerrar?
Como decían las abuelas las cosas buenas cuestan tiempo en conseguirlas. Los buenos empleos con buenas remuneraciones y condiciones laborales no crecen en los árboles, toca hacer el duro trabajo de ayudar desde el gobierno a que las empresas puedan crecer.