Presidente de la Asociación Peruana de Empresas de Seguros. APESEG
1. La promesa para la gran mayoría es mucho más simple. Con el sistema de pensiones actual nos decían aporten que las AFP se encargarán de rentabilizar esos aportes. Y cuándo nos preguntábamos qué pensión estábamos “comprando” con cada aporte, el sistema no tenía una respuesta concreta, especialmente para la gran mayoría de peruanos para quienes esa plata será la principal fuente de ingresos en su vejez. El sistema estaba diseñado para personas con muchos recursos que toleran la volatilidad de los mercados. En cambio, ahora la reforma propone que, si cumplimos con un número de aportes fijo, tendremos acceso a una pensión con un monto previamente conocido. Entonces, nos toca preguntarnos cuánta plata necesitamos para vivir para que saquemos nuestras cuentas y “hagamos la tarea”. Si completas el número de aportes y la plata no alcanza, el gobierno te ayuda y te ofrece una garantía de pensión mínima. Por ejemplo, si haces 240 aportes, tu pensión de por vida será 600 soles, sin importar el tamaño de tu fondo.
2. Queríamos tener otras opciones. En efecto, el nuevo proyecto de ley permite que otras entidades del sistema financiero brinden el servicio de administración de fondos previsionales. La competencia siempre es importante para mantener un sistema innovador, que ofrezca soluciones más costo efectivas. Eso sí, es importante asegurarse que el ingreso de nuevos administradores se refleje en menores costos para las personas.
3. Vamos a volver a tener pensiones. El sistema de pensiones ya no entregaba pensiones. Con la facilidad de aprobar retiros y con la nefasta ley del 95.5% se había desvirtuado el verdadero propósito de un sistema de pensiones que es permitir que las personas cuenten con un ingreso cierto para toda su vejez. Pienso, otra vez, en las personas de más bajos ingresos porque si no cuentan con la protección de una renta vitalicia, esas personas no tienen otra salida que trabajar hasta morir o depender de sus familias. Esto último es cada vez más difícil con familias con menos hijos.
4. Necesitamos ser flexibles, todos llegaremos a viejos. Así es, a todos nos tocará eventualmente llegar a una edad donde será más difícil seguir trabajando y por ello, todos los trabajadores deben construir una pensión con sus ingresos laborales. La realidad de nuestro mercado laboral es diversa y tenemos dependientes e independientes. Unos ganan mucho y otros poco. Unos trabajan formalmente y otros no. No importa, todos llegaremos a viejos. El nuevo sistema propuesto se está acomodando a esas diferentes situaciones que nos toca vivir como trabajadores. Los aportes en monto y forma deben ser flexibles, la garantía de pensión mínima debe ser para todos.
5. El balance entre generosidad y costo fiscal está controlado. Lo más fácil en una reforma previsional es prometer pensiones enormes que luego sea imposible pagar por los siguientes gobiernos. Eso sería absolutamente irresponsable. Esta reforma no desincentiva la formalidad porque la solidaridad, expresada en las garantías de pensión mínima, es financiada con los impuestos generales. Hubiese sido un enorme error no preocuparse del costo fiscal de la reforma y ofrecer subsidios a diestra y siniestra. Nuestra Constitución exige que toda propuesta de reforma sea financieramente sostenible y esta lo es. Eso no es lo más fácil políticamente hablando, pero es lo que corresponde hacer.