Socio de Energía y Cambio Climático de CMS Grau
Los anuncios y el interés del Ejecutivo por la puesta en marcha de una industria petroquímica con inversión privada en el sur del país, como una meta emblemática de su Gobierno, es una apuesta que requiere necesariamente de esa voluntad política que se ha expresado para garantizar su viabilidad, además de una serie de decisiones y condiciones que involucran al Estado y al sector privado y que, alguna de las cuales ya están implementadas, deben servir de base para lograr el objetivo del Gobierno.
Una industria petroquímica consiste en el desarrollo de una serie de productos a partir de los hidrocarburos (petróleo o gas natural). Desde productos plásticos de uso diario, como neumáticos o ropas sintéticas, hasta los explosivos que requiere la minería y los fertilizantes que nuestra agricultura necesita para dejar de depender de importaciones sujetas a los vaivenes de la geopolítica. En este caso, la industria petroquímica nos permitirá utilizar el gas natural ya no solo como un combustible, para generar electricidad o para el transporte o para utilizarlo en nuestras casas, sino el poder darle un valor agregado a dicho hidrocarburo y generar un desarrollo industrial en el Perú.
A fines del 2007, en pleno desarrollo de la explotación de gas natural en Camisea y a puertas del inicio de la exportación del gas natural, se aprobó el marco legal que declaró “de necesidad pública e interés nacional” la promoción de la inversión en la industria petroquímica estableciéndose importantes incentivos que permitieran atraer y viabilizar las inversiones requeridas.
La disponibilidad de importantes reservas de gas natural despertó el interés de diversas empresas que buscaban mercados que ofrecieran condiciones competitivas en los que pudieran invertir en la construcción y operación de plantas petroquímicas. Sumado, claro está, a la estabilidad de la economía peruana y al respeto del Estado de derecho. Como resultado de ello, al menos cuatro empresas mostraron interés en desarrollar proyectos petroquímicos de metano (para la elaboración de amoniaco, urea y nitrato de amonio) y de etano.
Al menos una de estas empresas pudo asegurar el suministro de gas natural de largo plazo, los terrenos (en Marcona, donde se designó un polo petroquímico) requeridos para la instalación de una planta petroquímica para la producción de amoniaco y urea, e inclusive logró obtener la aprobación del estudio de impacto ambiental de algunos de estos proyectos.
Lamentablemente, a pesar del interés de los inversionistas y los importantes avances logrados, los proyectos petroquímicos no se pudieron concretar, entre otras cosas, debido a la incertidumbre de contar de manera oportuna con la capacidad de transporte del gas natural hacia los polos petroquímicos, la falta de una política de Gobierno clara para impulsar la industria petroquímica y la falta de una visión clara del potencial que existía para un desarrollo industrial. También surgieron indefiniciones dentro del Gobierno, relacionadas con las regalías que se aplicarían al gas natural destinado para la industria petroquímica y, finalmente, a cambios drásticos en los precios internacionales del gas natural que determinaron que las inversiones se trasladaran a mercados más atractivos que el Perú. Todo esto restó competitividad al país como una plaza atractiva para el desarrollo de una industria petroquímica.
¿Por qué ahora sí podría ser competitivo el Perú para atraer inversiones en proyectos petroquímicos? Si bien tenemos aún reservas de gas natural para la implementación de estos proyectos, ahora ya no se tiene la incertidumbre de la existencia de la capacidad de transporte de gas natural al polo petroquímico en Marcona. Contugas ya realizó esta inversión.
A ello se debe sumar las condiciones del mercado internacional. El conflicto por la invasión de Ucrania ha tenido un impacto en el mercado de gas natural a nivel mundial, que no ha golpeado al Perú al poder abastecer su mercado interno con su propia producción, pero de otro lado productos petroquímicos como los fertilizantes (la urea), que el Perú debe importar, han sufrido los efectos del conflicto en cuanto a su disponibilidad y los precios en el mercado internacional. Esta situación, y que el Perú cuente con reservas de gas natural, nuevamente han despertado en los inversionistas el interés en implementar plantas petroquímicas en el Perú.
Ante este escenario, el Gobierno peruano ha tomado la decisión política de impulsar la industria petroquímica. Esto es muy importante, toda vez que implica que el Gobierno en su conjunto entiende que es necesario aprovechar las ventajas competitivas con las que se cuentan. Entre ellas, la disponibilidad de gas natural, la existencia de un marco legal promotor, los avances realizados por anteriores proyectos, la existencia de capacidad de transporte.
¿Es suficiente? Todavía no. Para que una empresa decida invertir en el desarrollo de una industria petroquímica en el Perú se requiere contar con las condiciones que nos hagan una plaza competitiva en comparación con otros países. Para ello, todas las instituciones del Estado deben perseguir el mismo objetivo y evitar innecesarios retrasos o indefiniciones por falta de coordinación dentro del propio Estado que obliguen a los inversionistas a descartar al Perú. Es vital que el Estado entienda el potencial que representa una industria de este tipo para impulsarla no solo a través de una declaración de buena intención o alguna norma, sino asumiendo un trabajo ordenado de cómo debe establecerse y definiendo los beneficios adicionales.