El nuevo mandatario ha prometido un cambio de enfoque económico. (Foto de Martin BERNETTI / AFP).
El nuevo mandatario ha prometido un cambio de enfoque económico. (Foto de Martin BERNETTI / AFP).

da un giro. La elección de como nuevo presidente marca un cambio de era tras casi dos décadas de predominio del . No solo supone una renovación política, sino también una inflexión y diplomática con implicancias que trascenderán sus propias fronteras. Paz asume el poder con la promesa de un “nuevo modelo económico” y el desafío de rescatar a un país que enfrenta una de sus peores crisis: una alta (acumulada de 16.92%), una contracción del de 2.40% en el primer semestre y una escasez de combustibles que golpea la producción, el transporte y la vida cotidiana de los ciudadanos.

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El nuevo mandatario ha prometido un cambio de enfoque económico. Plantea un modelo más descentralizado y flexible, capaz de impulsar la inversión privada y el crecimiento productivo. Busca equilibrar el papel del Estado y del mercado, abriendo espacio a la iniciativa empresarial y al crédito. En ese sentido, su discurso de “capitalismo para todos” apunta a tender puentes entre eficiencia y equidad, un reto enorme en un país acostumbrado al intervencionismo.

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En el frente diplomático, Paz ha mencionado un acercamiento a los Estados Unidos, tras más de dos décadas de distanciamiento. También buscará abrir una nueva etapa de diálogo con Chile, al tiempo que prometió transparentar los acuerdos firmados por el Gobierno saliente con Rusia y China en materia de litio. Si estos gestos se concretan, Bolivia podría emprender un viraje relevante dentro del mapa político regional y reconfigurar sus alianzas en torno a la estabilidad, la cooperación energética y la apertura internacional. Washington, por su parte, ha saludado su victoria como una oportunidad de transformación, lo que sugiere un escenario de mayor diálogo.

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Para la región, el cambio en La Paz representa un nuevo ciclo de moderación y pragmatismo. Mientras algunas economías enfrentan tensiones políticas y populismos, Bolivia podría convertirse en un ensayo de reconstrucción institucional y disciplina económica. La posibilidad de recuperar la confianza de los mercados, atraer inversión extranjera y estabilizar su moneda podría servir de ejemplo en una región que busca reencontrarse con el crecimiento sostenible.

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El Perú comparte con Bolivia historia, frontera y desafíos comunes, y la nueva administración podría traducirse en una relación bilateral más dinámica y constructiva. Una Bolivia que recupere estabilidad, diversifique sus alianzas y promueva la integración energética y comercial será una buena noticia para la región. El reto de Rodrigo Paz no es menor: reconstruir la confianza interna, ordenar la economía y proyectar un liderazgo sereno en el continente. Si lo consigue, el altiplano podría volver a ser un punto de equilibrio en una Sudamérica que necesita menos ideología y más resultados

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