
ELECCIONES. El último sábado venció el plazo para que puedan inscribirse alianzas electorales con miras a los comicios generales del próximo año. Luego de semanas de negociaciones y especulaciones, finalmente solo cinco coaliciones quedaron inscritas ante el Jurado Nacional de Elecciones: “Fuerza y Libertad” (unión entre Fuerza Moderna y Batalla Perú), “Ahora Nación” (Ahora Nación y Salvemos al Perú), “Unidad Nacional” (Partido Popular Cristiano, Unidad y Paz y Peruanos Unidos: ¡Somos Libres!), “Venceremos” (Voces del Pueblo y Nuevo Perú) y “Frente de los Trabajadores y Emprendedores” (Primero la Gente y el Partido de los Trabajadores y Emprendedores).
Con ello, de 43 opciones posibles para liderar el próximo Gobierno y Congreso, nos hemos quedado aún con 38, lo que sigue siendo un número considerablemente alto. En el 2021, en que ya vivimos un escenario electoral altamente fragmentado, solo 22 planchas presidenciales solicitaron inscribirse. Más adelante, durante la campaña, ninguna de estas logró superar siquiera el 20% de intención de voto en las encuestas y, al final, las dos candidaturas que pasaron a la segunda vuelta lo hicieron con menos del 20% de los votos.
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Como ya hemos comentado, esta fragmentación extrema que no ha logrado ser reducida por nuestro sistema político (primero por una deficiente manipulación de las reglas electorales desde el Congreso, y ahora por la incapacidad de los políticos de armar coaliciones más grandes), es muy peligrosa por más de un motivo. Quizá el principal es el hecho de que deja, en la práctica, mucho del resultado electoral a la suerte.
Esto último, además, se suma en nuestro contexto a varios otros factores. Somos un país en el que más del 40% afirma consistentemente decidir su voto en la última semana; que vive una crisis política de desconfianza en las instituciones (reglas de juego) democráticas; y en el que, gracias a las reformas políticas recientes, en las próximas elecciones entrará en juego un nuevo órgano particularmente poderoso: el Senado, que tendría el poder de nombrar altos funcionarios y de aprobar, rechazar o modificar como quiera las propuestas legales que le lleguen de la Cámara de Diputados, sin tener que volver a consultar con esta última.
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Esta combinación de factores hará que no solo el próximo resultado electoral, sino que, junto con este último, la entera posibilidad de recuperar un rumbo de estabilidad política post elecciones del 2026 dependa demasiado de la suerte, como ya vienen observando las calificadoras de riesgo (ver entrevista a Jaime Reuche de Moody’s en nuestra edición del 04.08.25). Más concretamente, dependerá de qué fuerzas políticas logren hacerse populares cerca de la elección, pues ello podría determinar quiénes llegan al Ejecutivo y quiénes terminen dominando el Senado. La posibilidad de que volvamos a tener un gobierno débil, sin mayoría parlamentaria, no es menor. Que Dios nos ayude.
