
Desde el inicio del actual periodo presidencial (2021-2026), los cambios de altos cargos adquirieron una relevancia inusitada. La principal noticia de “política gubernamental” durante los regímenes de Pedro Castillo y Dina Boluarte fue el reemplazo de algún ministro o ministra –hubo docenas–, quienes generalmente procedían a sustituir a viceministros, directores y hasta funcionarios de mando medio. Y con Boluarte, esa perversa tendencia se extendió a entidades del equipo económico.
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Petroperú, la más grande y costosa empresa del Estado peruano, tampoco se libró. Hugo Chávez Arévalo, nombrado gerente general por Pedro Castillo, está siendo investigado por la Fiscalía. Con Boluarte, hubo un intento por enmendar el rumbo, el año pasado, con un directorio independiente y profesional, que propuso un plan de reestructuración. Pero la buena intención no duró ni seis meses –hay potentes intereses dentro y fuera de la empresa– y la expresidenta se inclinó por personas que creen que seguimos en los años 70. Así que el reciente cambio del directorio de Petroperú sí resulta positivo, siempre y cuando inicie una verdadera transformación.
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El sábado, sus accionistas –el Minem y el MEF– reemplazaron a cuatro de los cinco directores en funciones. El quinto representa a los trabajadores y es elegido por ellos. A mediados de octubre, cuando Alejandro Narváez fue removido del directorio, el cual presidía, quedó una silla vacía, aunque se podrá sesionar porque habrá quórum. Y hay mucho por hacer, empezando por sanear las finanzas de la empresa y dejar de apelar a trucos contables que “disfracen” su delicada situación.
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Por ejemplo, según un informe del BCR acerca de las operaciones del sector público no financiero, Petroperú recibió del Gobierno S/ 6,100 millones el 2024 por capitalización –lo que eleva el patrimonio y reduce pasivos– y S/ 2,400 millones por honramiento de garantías –también reduce pasivos–. El BCR sostiene que esas operaciones impiden una mayor reducción del déficit fiscal del Gobierno, que cerró octubre en 2.3% del PBI. En otras palabras, Petroperú es un lastre y está muy lejos de ejercer su supuesto papel “estratégico”.
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Otras tareas pendientes: encontrar, en diciembre, una consultora que se encargue de la transformación de la empresa, pues la primera convocatoria fue declarada desierta; iniciar la tasación de inmuebles prescindibles, para su próxima venta (ya hay firma tasadora) y transparentar la historia de la Refinería de Talara (también se designó a la firma encargada). Si se ha optado por transformarla, que sea de verdad.







