
La elección como nuevo papa del agustino Robert Prevost, originario de Estados Unidos y nacionalizado peruano en el 2015, tras pasar décadas trabajando en nuestro país, ha sido un necesario motivo de celebración para el pueblo peruano y latino en general. Y con más razón para Chiclayo, donde Prevost vivió y fue obispo varios años. En su discurso de asunción, saludó especialmente a esta ciudad.
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Que se haya elegido al nuevo papa León XIV –como se le llamará en adelante– envía varias señales importantes al mundo. La selección del nombre, por un lado, hace una alusión especial al legado del papa León XIII. Cabe anotar que León XIII, cuyo pontificado duró entre fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, fue uno de los principales impulsores de la doctrina social de la Iglesia. Esto es, de una visión del rol de la Iglesia que implicaba una contribución activa a la sociedad.
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El hecho de que el nuevo papa sea originario de Estados Unidos, por otro lado, tampoco es menor en estos tiempos. No solo por las recientes polémicas en torno a algunas de las políticas aplicadas por el Gobierno de Donald Trump, como su persecución contra los inmigrantes –sobre todo los latinos, varios de los cuales han sido encarcelados y deportados sin el debido proceso–, o sus planteamientos poco amigables con países como Dinamarca –dado el interés de Trump en Groenlandia–, Panamá o Ucrania.
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Pero más allá de lo que pueda significar para el mundo, que el nuevo papa sea también peruano tiene un significado especial tanto para nuestro país como para el resto de América Latina. Más aún luego de que su nombramiento se haya dado justo después del papa Francisco, quien era originario de Argentina.
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En lo que respecta al Perú, la noticia ha sido recibida con júbilo en todos los rincones del país. Y no es para menos. En un contexto de tantas noticias negativas, incremento de la criminalidad y crisis constante, que todo un país tenga un motivo como este para celebrar de forma unida es un evento más que importante. Como han revelado encuestas recientes, en los últimos años han disminuido los motivos por los que los peruanos nos hemos sentido orgullosos de serlo. Esta es una clara excepción.
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En un contexto de tanta guerra y conflicto alrededor del mundo –más aún tras el estallido del conflicto entre India y Pakistán–, será vital el rol que pueda cumplir el nuevo pontífice en promover el diálogo y la paz, en inspirar a que quienes ven las cosas de forma distinta sean capaces de resolver sus diferencias dialogando, y no mediante la violencia. Le deseamos lo mejor.