Salvaguardas. El apelativo “Gigante asiático” que recibe China no solo tiene que ver con la admiración que su economía y su cultura despiertan, sino también con el temor que inspira. Ya sea debido a las consecuencias de su política económica –su fallida estrategia de “cero covid” perjudicó a mercados en todo el mundo– o a las represalias que toma o podría tomar si algún otro país se atreve a enmendarle la plana.
Ese miedo, traducido en cautela, sería más profundo en Gobiernos que aspiran a convertirse en significativos socios comerciales o receptores de cuantiosas inversiones (o millones de turistas) del “Gigante”.
El nuevo titular del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo (Mincetur), Juan Carlos Mathews, señaló a este diario que a China “le preocupa” que las salvaguardias que pudiera aplicar el Perú “se tomen como ejemplo” (Gestión 15/05/2023). De sus palabras se entiende que ese mal ejemplo podría ser replicado por otros países, en los que también ingresan productos chinos, supuestamente en enormes volúmenes.
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En el caso peruano, se trata de importaciones de productos textiles chinos, que las empresas locales han calificado de cuantiosas y a precios irrisorios. Las salvaguardias son medidas que restringen temporalmente las importaciones de uno o más bienes y son permitidas por la Organización Mundial del Comercio (OMC).
¿Intenta el ministro Mathews evitar una guerra comercial con China? Habría que concluir que tal vez, dados los argumentos que esgrimió: es nuestro segundo socio comercial (en realidad, es el primero), al que le enviamos el 60% de las exportaciones de metales y harina de pescado, además de agroexportaciones (en realidad, muy poco).
En otras palabras, no se puede provocar a China con salvaguardias porque podría responder poniendo trabas a los embarques peruanos de materias primas y alimentos premium. En todo caso, habrá que esperar los resultados de la revisión que el Mincetur realizará, que se enfocará en partidas y subpartidas, según precisó el ministro.
En medio de esto, las únicas perjudicadas –empresas textiles y de confecciones– no están siendo atendidas adecuadamente por el Gobierno. Si bien existe un programa de facilidades crediticias, conviene preguntarse si el problema que padecen (escasez de demanda) se puede afrontar con soluciones por el lado de la oferta.
Es que si las empresas no tienen a quién vender su producción, porque las alternativas chinas son muy baratas –aunque de menor calidad–, no contarán con liquidez para pagar dichos préstamos. Esa debería ser la verdadera preocupación.
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