Fotos: Antonio Melgarejo/ @photo.gec
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REALIDAD PARALELA. El tercer y último discurso por de la presidentaante el Congreso fue un reflejo de su Gobierno: caótico, superficial y carente de un eje articulador. Además, fiel a su costumbre, responsabilizó a gobiernos pasados de los graves problemas que aquejan al país y se atribuyó logros, sobre todo en materia económica, que no le corresponden. El caso más notorio es la estabilidad monetaria –baja inflación, aumento de las reservas internacionales y fortaleza del sol frente a otras monedas de la región–, que han sido producto del trabajo profesional del Banco Central de Reserva (BCRP), que goza de autonomía por mandato constitucional.

No sabemos qué es más vergonzoso: que Boluarte desconozca las funciones del o que, a sabiendas, se apropie de los notables resultados obtenidos por dicha entidad. También mencionó, como si fuesen éxitos de su gestión, las inauguraciones de megaproyectos como el puerto de Chancay y el nuevo aeropuerto Jorge Chávez –cuyas obras se iniciaron hace muchos años–. Una evidencia de que la presidenta no les presta atención a los temas económicos fue su “pronóstico” del déficit fiscal para este año. En su discurso, dijo que estará entre 2.6% y 2.8% del PBI.

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Pero el titular del , Raúl Pérez Reyes, le enmendó la plana sutilmente pues la meta, que él anunció el 16 de julio, es 2.2% del PBI. El ministro dijo que fue un error que quedó “de las tantas versiones” que hubo del discurso. ¿Boluarte no revisó la última versión? ¿Confía ciegamente en quienes le preparan sus discursos? ¿No verifica cifras? Fue una metida de pata que hubiese sido inaceptable para un estadista. Pero la presidenta no lo es. Vive en una realidad paralela en la que se autoproclama “salvadora” de la democracia peruana, y omite admitir que fue parte del régimen de Pedro Castillo, como vicepresidenta y titular del Midis –renunció a ese ministerio una semana antes del intento de autogolpe de Estado de su exjefe–.

Ante una audiencia cada vez más rala en el hemiciclo, Boluarte anunció otro plan más para combatir la delincuencia (ninguno de los anteriores ha funcionado), “tolerancia cero” con la minería ilegal (¿alguien le cree?) y algo bastante preocupante: dijo que está buscando consensos para lograr cambios en el sistema de justicia. La mandataria se tomó cuatro horas y once minutos, una hora menos que el año pasado, para leer 84 de las 97 páginas de su discurso. Al parecer, hasta ella se aburrió de su perorata. Su último año –también para este desastroso Congreso–, será una dura prueba para la resiliencia de los peruanos.

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