Institucionalizar la democracia, como se sabe, significa lograr que esta se rija por reglas de juego claras que sean iguales para todos. (Foto: Manuel Orbegozo/Bloomberg)
Institucionalizar la democracia, como se sabe, significa lograr que esta se rija por reglas de juego claras que sean iguales para todos. (Foto: Manuel Orbegozo/Bloomberg)

Ahora que nuestro país está en los ojos del mundo por ser el anfitrión de la cumbre del , ha sido evidente cómo el se ha preocupado por guardar las apariencias. Ello al punto de haber tomado decisiones y usado calificativos bastante polémicos, como suspender la educación presencial en los colegios y en las universidades durante la semana del evento principal; o el haber calificado de “traidores de la patria” a quienes durante estos días.

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Lo que no parece entender el Gobierno es que si el objetivo es mostrarnos ante el mundo como un país en paz y que continúa construyendo firmemente su camino hacia el desarrollo, para así atraer inversión y lograr mejores relaciones diplomáticas, no basta con esforzarse solo por las apariencias superficiales. Ni las autoridades ni los inversionistas de otros países son tontos: no va a ser posible recuperar y volver a mejorar la confianza en el Perú si no mostramos cambios profundos, si no creamos instituciones que aseguren que las decisiones del país no se toman según quién tenga el poder en ese momento.

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Institucionalizar la democracia, como se sabe, significa lograr que esta se rija por reglas de juego claras que sean iguales para todos. Que para que el sistema funcione, no importe quién sea la persona en el cargo o quién solicita algo al Estado, sino que siempre funcione igual, al margen de quiénes sean los involucrados. Un país en el que las reglas se respetan en función a quién esté en el poder, será  un país en donde el poder esté menos institucionalizado. O, lo que es lo mismo, un país en donde el poder está más personalizado.

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Entre el 2001 y el 2017 (algunos sumarían o restarían un año), el Perú logró ser un país que se mostró ante el mundo como una democracia que crecía económicamente y que logró construir instituciones macroeconómicas que propiciaron una confianza sólida, pues dimos la señal de que las cosas funcionaban bien independientemente del Gobierno de turno. Lamentablemente, no avanzamos igual en la tarea de construir instituciones democráticas, y desde que empezó la crisis política durante el Gobierno de Pedro Pablo Kuczynski, hemos empezado a retroceder en este campo.

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APEC representa una gran oportunidad para seguir expandiendo nuestro comercio, más aún tras la elección de Donald Trump en Estados Unidos, quien se sabe que tiene una mirada proteccionista. En las últimas décadas hemos crecido mucho, pero como dijo Gianfranco Ferrari en el APEC, hoy el gran problema que tenemos es la falta de confianza. Y uno de los factores que influye más en esto es justamente la debilidad de las instituciones. Urge volver a fortalecerlas.

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