Hace unos días afirmamos en esta página que insistir con ampliar el voto digital o electrónico podría traer más riesgos que beneficios en una democracia frágil como la peruana. Lamentamos entonces cómo esta propuesta, pese a sus aparentes beneficios, era en realidad no solo potencialmente peligrosa, sino también una muestra más de cómo, en los últimos años, los cambios a las normas electorales han respondido más a ideas de última hora de algún congresista, que a planteamientos técnicos serios.
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Pues bien, como era de esperarse, el proyecto de voto digital no ha sido el único ejemplo de esta mala práctica. Lo mismo ocurre con otras iniciativas que se han venido discutiendo en los últimos días y semanas. Y que tiene chances reales de ser aprobadas. Entre ellas, otra sobre la que vale la pena poner luz por su potencial alto riesgo es la idea del congresista Juan Burgos (Podemos Perú) de volver a permitir invitados en las planchas presidenciales. Es decir, personas que no sean militantes del partido.
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Como se recuerda, si bien esto se ha permitido antes, la ley justamente cambió porque resultaba evidente que esto fomentaba la postulación de ‘outsiders’ sin bandera. Y también, la aparición y subsistencia de ‘vientre de alquiler’ que, lejos de tener una identidad propia y un programa para el país, se dedicaban a prestar su inscripción al postor más conveniente para intentar seguir existiendo.
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Para que esto ya no siga ocurriendo, si bien sigue siendo posible que hasta un 20% de las listas al congreso sean compuestas por invitados, la ley deja claro desde hace años que lo mismo no puede hacerse con las planchas presidenciales. Hoy todo candidato a la presidencia o vicepresidencias debe ser un militante del partido por el que postula.
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Cambiar esta regla a última hora, como plantea el congresista Burgos, crearía varios problemas. El primero y más evidente es que se volvería a abrir la puerta a la incertidumbre de quiénes podrán ser candidatos en el 2026: hasta Antauro Humala podría volver a la parrilla. Pero quizá lo más dañino sería el efecto que esto tendría en continuar fomentando la informalidad e improvisación entre los partidos políticos, en un país en el que el caudillismo siempre ha sido un problema.
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Peor aún, en este momento hay varios problemas graves vinculados con la elección que el Congreso podría resolver aprobando nuevas normas, pero estos hasta el momento no han sido una prioridad. El alto número de partidos que podríamos tener en competencia, por ejemplo, es uno de ellos. El presidente del JNE dijo hace poco que viene evaluando extender la fecha límite para las alianzas partidarias, ya que es vital fomentar que estas se formen para reducir la fragmentación.
¿Y si el Congreso gira su prioridad hacia esos problemas?
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