
DIFERENCIAS. La política es, por definición, un mecanismo de organización social alternativo a la violencia. Su objetivo, según explican los politólogos, es regular los conflictos mediante debates y acuerdos, en lugar de mediante la fuerza. Por ello, cuando las diferencias políticas terminan siendo la causa de que se ejerza violencia contra alguien, esto implica el fracaso de la política. Y el regreso hacia un modelo que llevamos siglos tratando de dejar atrás.
La violencia política extrema, lamentablemente, lleva mucho tiempo siendo una realidad en el Perú. Así no lleguen a ser discutidos con la atención y profundidad que merecen, desde hace años sabemos de casos de funcionarios, políticos y candidatos que reciben amenazas de muerte, o que incluso han llegado a ser agredidos o asesinados. Sobre todo, en el ámbito subnacional. Piense, si no, en casos como el del exgobernador de Áncash, César Álvarez, sentenciado por ordenar el asesinato del exconsejero regional Ezequiel Nolasco.
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Dicho esto, los casos de alto perfil que hemos visto en nuestro continente en los últimos meses y años –el asesinato del congresista y candidato presidencial ecuatoriano Fernando Villavicencio en el 2023, el del senador y candidato presidencial colombiano Miguel Uribe en julio último, o el del activista político estadounidense Charlie Kirk la semana pasada–, dan cuenta de cómo la polarización extrema que vivimos hoy está llevando a que la violencia sea una forma cada vez más común de responder ante las diferencias políticas. De hecho, por terrible que parezca, se trata además de una salida que estaría teniendo más aceptación entre las nuevas generaciones.
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Según una encuesta reciente de la empresa YouGov, si bien una gran mayoría de estadounidenses cree que la violencia política nunca está justificada y solo el 11% la justifica; entre quienes tienen 18 y 29 años, el 19% considera que la violencia sí puede estar justificada a veces. Otra encuesta, de la Fundación por los Derechos Individuales y de Expresión (FIRE, por sus siglas en inglés), reveló que el número de universitarios estadounidenses que consideran aceptable usar la violencia para detener un discurso en su campus en ciertos casos, ha pasado de 17% en el 2020 a 34% en este 2025.
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No se trata, asimismo, de un problema de solo un lado del espectro político, pues si bien la encuesta de YouGov señala que hay más jóvenes cercanos a la izquierda que justificarían la violencia política, una reciente publicación del Instituto Cato (libertario) sobre asesinatos políticos en Estados Unidos muestra que, desde 1975 más de la mitad (391 de 620) fueron perpetrados por personas que se identificaban como de derecha.
Recurrir a la violencia para enfrentar diferencias políticas nunca puede ser una salida aceptable. A menos de siete meses para las elecciones, es vital que empecemos a enfrentar este problema con mucha más urgencia.