
Estados Unidos es el principal mercado de las exportaciones no tradicionales (XNT) peruanas. El año pasado, importó de nuestro país tales bienes por US$ 6,593 millones, cerca de la tercera parte del total –en contraste, China nos compró XNT por US$ 555 millones–. Por tanto, cualquier medida de comercio exterior que aplique el errático Gobierno de Donald Trump tendrá impacto en la producción peruana con valor agregado, sobre todo con la imposición de aranceles y el riesgo de que exija una renegociación del TLC bilateral, o peor que eso, decida revocarlo.
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Es el caso del sector siderometalúrgico, que el año pasado exportó US$ 1,994 millones (28.5% más que el 2023), impulsado por la demanda estadounidense de productos de cobre ante una fuerte inversión en data centers. Ese país es nuestro mayor comprador de tiras y barras de cobre refinado, y de alambrón de cobre. El 25 de febrero, Trump promulgó un decreto ejecutivo que encarga al Departamento de Comercio investigar las importaciones estadounidenses de cobre y determinar si representan un riesgo para la seguridad nacional de su país.
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El principal blanco de la guerra comercial de Trump es China. Dado que en el Perú operan compañías mineras chinas, en especial en la extracción de cobre, no puede soslayarse la probabilidad de que Estados Unidos declare que el metal rojo peruano es un riesgo para su seguridad nacional. Tampoco hay que olvidar el puerto de Chancay, construido y operado por una estatal china. En noviembre, Mauricio Claver-Carone, entonces asesor de Trump, sostuvo que todo producto que llegue a Estados Unidos vía Chancay pague un arancel de 60%. Tras la investidura de Trump, el 20 de enero, Claver-Carone fue nombrado enviado del Departamento de Estado para América Latina.
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¿Habrá pensado el Gobierno de Dina Boluarte en reunirse con él? Al parecer, el tema no parece ser prioridad para la presidenta ni para sus ministros. Por ahora, la titular del Mincetur, Desilú León, y el del MEF, José Salardi, se han limitado a invocar el TLC bilateral. Quizás han olvidado que en su primer mandato, Trump obligó a Canadá y México a renegociar el NAFTA, tratado de libre comercio que databa de principios de los años 90.
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Si bien ambos países han sabido plantarle cara a Trump en esta ocasión, haciendo que retroceda en la aplicación de aranceles adicionales, es claro que el Perú no podrá hacer lo mismo. Si Trump decide que el Perú es otro de sus enemigos comerciales, habría que esperar que el Gobierno de Boluarte reaccione con alguna “estrategia” improvisada, como es su costumbre.
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