Alarma. En el Perú se habla muy poco del cambio climático –variación de la temperatura a largo plazo y de los patrones climáticos–, pese a que nuestro país es uno de los más vulnerables a su impacto: el tercero en todo el planeta.
Las anomalías climáticas más recientes, como la sequía en la sierra el año pasado o las lluvias y sus consecuentes inundaciones y huaicos –cuya fuerza está siendo devastadora en el norte– o fenómenos de El Niño más intensos, son algunas de las muestras de que las predicciones y advertencias, que datan de hace un par de décadas –por lo menos– están comenzando a cumplirse.
Desde el siglo XIX, las actividades humanas han sido el mayor causante del cambio climático, debido sobre todo al uso de combustibles fósiles como carbón, petróleo y gas.
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Esto genera emisiones de gases de efecto invernadero (como dióxido de carbono y metano), que atrapan el calor del Sol y elevan las temperaturas.
Entre las actividades más perjudicadas por lluvias y sequías, que hoy ocurren con mayor frecuencia y fuerza, figura la agricultura, lo que trastoca el abastecimiento de alimentos en las zonas urbanas y las condiciones de vida de la población rural. Además, el daño a la propiedad y a la infraestructura básica es inmenso, y su reconstrucción absorbe ingentes recursos.
O sea que es un problema de enormes proporciones para un país vulnerable como el nuestro y cabría preguntarse qué se está haciendo para mitigarlo.
El Perú es firmante de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, así que debe presentar un informe bienal de actualización (BUR) de sus políticas ambientales. Lo hizo de manera oportuna con su BUR1, que cubría el periodo 2013-2014: lo presentó en diciembre del 2014. Pero esa actitud responsable duró poco. El BUR2 (2015-2016) fue presentado en diciembre del 2019, y no hay más.
¿Eso significa que la política ambiental se estancó hace seis años? Pues así parece si nos guiamos por lo poco que se sabe de la labor del Ministerio del Ambiente y por la inexistencia de políticas efectivas y audaces que promuevan la generación de energías renovables como la solar y la eólica –pese a nuestras propicias condiciones geográficas–, o que combatan actividades que agravan nuestra vulnerabilidad al cambio climático como la deforestación o la contaminación de ríos por la minería ilegal.
El Perú organizó la Cumbre Climática del 2014, pero ni en esa oportunidad pudo hacer oír su voz. Es que la presión a los mayores países contaminantes también cuenta, porque su indiferencia nos afecta directamente.
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