SIN CONFIANZA. El pasado 28 de junio, México finalmente dejó la presidencia pro tempore de la Alianza del Pacífico (AP) y pasó a asumirla Chile. Ello pese a que, en realidad, el cambio debió darse a fines del año pasado. Y quien debió asumir la presidencia pro tempore era Perú, no Chile, pues era su turno según las reglas que siempre habían regido en la AP, desde su creación en el 2011 y formalización con la firma de la Declaración de Lima. En cambio, lo que ocurrirá es que Chile asumirá la presidencia hasta agosto, cuando finalmente se traspasará a Perú, como parte de un acuerdo especial.

Como se sabe, e indica aquella Declaración, el objetivo de la AP siempre ha sido “privilegiar la integración como un instrumento efectivo para mejorar el desarrollo económico y social de nuestros pueblos, promover las capacidades de emprendimiento y avanzar hacia un espacio amplio que resulte más atractivo para las inversiones y el comercio de bienes y servicios, de manera que [el bloque] proyecte a nuestros países con mayor competitividad”.

Pero que menos de 15 años después de su creación se produzca un quiebre diplomático tan importante, en el que un presidente se rehúsa a cumplir con las reglas del bloque solo por conveniencia política y sin que exista ni por asomo de justificación razonable para ello, daña gravemente la institucionalidad de la AP. Y con ello, la confianza que esta proyecta al mundo como un bloque unido de países en el que se pueda invertir con confianza.

Como se sabe, la única excusa del presidente mexicano Andrés López para negarse a otorgar la presidencia de la alianza al Perú es su interpretación auténtica de que Pedro Castillo nunca dio un golpe de Estado, algo que no solo escapa a sus competencias como autoridad de un país ajeno, sino que no tiene asidero alguno en la realidad. Como hemos repetidos varias veces, el intento de golpe de Castillo fue tan burdo que la evidencia de cómo parte de su discurso fue un plagio de lo dicho por Alberto Fujimori en 1992 está en YouTube, al alcance de cualquiera.

¿Qué confianza puede proyectar un bloque comercial que se rige por reglas que en la práctica pueden romperse por un capricho político de alguno de los presidentes? Sin duda, el mensaje que se ha dado con esta decisión, aun cuando Perú vaya a asumir finalmente la presidencia pro tempore en agosto, es que los países miembros del bloque no tienen la madurez política para cumplir con las reglas que ellos mismos se han impuesto. Y ese nunca es un mensaje que proyecte confianza.