DIVERSIDAD. El Día del Orgullo se remonta a la madrugada del 28 de junio de 1969, cuando hartos de las constantes redadas policiales, clientes LGBT+ del pub Stonewall Inn y otros locales del barrio neoyorquino de Greenwich Village salieron a la calle a protestar. Hoy, Stonewall es sinónimo de libertad y de derechos civiles ganados a fuerza de perseverancia y defensa de la diversidad. Un factor fundamental para ese éxito fue la participación de los llamados “aliados”, entre los que destacaron políticos y miembros de la sociedad civil (empresarios, artistas, intelectuales, parientes, amigos, etc.) que se sumaron a los activistas de la comunidad LGBT+.
Y el avance no ocurrió únicamente en países desarrollados. América Latina es la región emergente que más ha progresado en materia de derechos LGBT+, salvo excepciones como el Perú, donde “stonewall” sigue con su significado literal (“muro de piedra”). La intolerancia y la ausencia de empatía todavía parecen infranqueables. Una abrumadora mayoría de políticos ha optado por la indiferencia, aunque otros muestran una no muy sutil fobia. En el Congreso, son enviados al archivo proyectos de ley que legalizan el matrimonio igualitario y la adopción, sin mediar un debate serio. Ni siquiera son considerados los que proponen la unión civil. La excusa típica es “hay problemas más urgentes”.
Quizás congresistas, presidentes y alcaldes basen su actitud en las encuestas, pues la opinión pública también parece anquilosada. Según un sondeo realizado por Ipsos la semana pasada, solo el 27% aprueba el matrimonio igualitario (el mismo porcentaje que el 2022) y el 31% está a favor de que las parejas del mismo sexo tengan o adopten hijos. En este punto hubo una ligera mejora respecto del año pasado (28%). Según los datos desagregados del sondeo, la aceptación de derechos LGBT+ aumenta junto con el nivel socioeconómico y es mayor entre los jóvenes, en el ámbito urbano y en Lima. También confirma que las mujeres son más solidarias que los hombres.
A partir de esos resultados, estaría claro a qué audiencias deberían apuntar los activistas. Lo preocupante es que en el Perú las demandas LGBT+ solo obtienen visibilidad en las marchas del orgullo –este año, la de Lima tuvo récord de concurrencia y hubo otras en al menos 23 localidades–. Al parecer, no existen planes programáticos ni unidad de criterios entre grupos LGBT+, y no ayuda que algunos líderes de opinión solo se acuerden de hacer activismo una vez al año.