IMPACTO. Quizás exista cierta confusión respecto de la diferencia entre El Niño costero y El Niño global, y sobre sus impactos en la economía peruana. El BCR ha salido al rescate con un informe que explica los orígenes de ambos fenómenos climáticos y, más importante que eso, describe los daños que ocasionan, sobre la base de experiencias pasadas analizadas por estudios académicos y la propia autoridad monetaria. Ambos eventos extremos implican un calentamiento de la temperatura oceánica.
El Niño costero (o El Niño del Pacífico Oriental) se presenta frente a la costa norte del Perú y se caracteriza por la ocurrencia de lluvias e inundaciones. El Niño global (o El Niño-Oscilación Sur), en cambio, implica el calentamiento de las aguas del Pacífico Central y, dada su magnitud, sus efectos se sienten en todo el planeta. Está en plena ocurrencia un Niño costero, que tiene probabilidad de prolongarse hasta el verano. Las altas temperaturas atmosféricas registradas en la costa central, en pleno invierno, son consecuencia de ese Niño, al igual que la contracción del sector agropecuario (en enero-mayo cayó 5.05%, respecto del mismo periodo del 2022). El mayor peligro es la posibilidad de un Niño global en el cuarto trimestre y que se extienda hasta los primeros meses del 2024.
El informe del BCR identifica los impactos, negativos y positivos, de ambos tipos de fenómenos en ocho actividades económicas. En el agro, los desbordes y huaicos ocasionan pérdida de áreas de cultivo, además que se perjudica la floración de frutales, aumenta la presencia de plagas y se reduce la producción de carne de ave y huevos. Si no se presentan lluvias extremas, podría haber mayor cosecha de arroz. En la pesca, la disponibilidad de anchoveta se contrae, lo que incide negativamente en la industria primaria (harina y aceite de pescado).
Por su parte, la interrupción de carreteras impacta sobre transporte, comercio, minería y manufactura no primaria. En construcción, el BCR indica que el efecto podría ser nulo, pues si bien en los meses de lluvias la actividad se paraliza, luego hay un efecto rebote. Habría que añadir que dicho efecto depende de factores como la confianza de empresas y familias –hoy deteriorada–, así como de la eficiencia de la inversión pública, sobre todo la que está a cargo de gobiernos locales y regionales –hoy en niveles muy bajos–.
Por ahora, ni el Gobierno nacional ni los subnacionales dan muchas señales de estar preparándose, y el Congreso no puede ni con sus propios “niños”. ¿Cómo enfrentará una economía enfriada una conjunción de ambos fenómenos de El Niño?