El economista Javier Milei fue elegido este último domingo como el próximo presidente de Argentina, tras derrotar con contundencia al oficialista Sergio Massa. Según los últimos conteos oficiales, el también líder de la coalición La Libertad Avanza habría obtenido cerca de un 56% de los votos válidos (es decir, sin considerar los blancos y nulos), mientras que poco más de un 44% habría apoyado al peronista Massa.
Como se sabe, la campaña presidencial se dio en un contexto de grave crisis económica, con una inflación superior al 100% y una tasa de pobreza mayor al 40% (este año la pobreza regresó a lo que fue su peor punto durante la pandemia). Fue precisamente por eso que llamó tanto la atención que el oficialismo escogiese como candidato a Massa, quien es el actual ministro de economía del gobierno de Alberto Fernández.
El resultado de esa decisión fue que, más allá de las dudas que causaba Milei en mucha gente, la elección del domingo se convirtiera en parte en un referéndum sobre el actual Gobierno. Y, al parecer, ese rechazo terminó siendo mucho más poderoso que el miedo que pudo despertar el radicalismo libertario de Milei.
Un país como el Perú, en donde conocemos de cerca la experiencia de las crisis de inflación y los estragos que estas pueden causar sobre todo para las familias más vulnerables, no podría no ser solidario con el sentimiento de quienes llegaron a esa conclusión y exigieron un cambio. Frente a lo que era una opción difícil, los argentinos optaron la opción que prometía, al menos, probar algo distinto a lo que hoy se sabe que es una receta para el desastre.
Las preocupaciones respecto de las propuestas políticas de Milei son serias. Sus formas de expresarse no son las que debería caracterizar a un jefe de Estado, su propuesta de dolarización ha despertado mucha polémica entre economistas expertos y lo mismo ocurre con otras partes de su plan económico. Además, se sabe que no tendrá mayoría en el Congreso, por lo que existe un riesgo serio de ingobernabilidad, como le sucedió a Mauricio Macri.
Dicho esto, si el Gobierno de Milei logra reducir minimizar las confrontaciones y concentrarse en aplicar con pragmatismo un shock económico para superar la inflación, así como medidas progresivas para ir abriendo la economía, en el mediano plazo las noticias podrían ser bastante positivas. Sobre todo en lo que respecta nuestras relaciones comerciales con ese país. ¿Serán capaces de que prime el orden sobre las emociones?