FOTO: JUAN PONCE / EL COMERCIO
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EDUCACIÓN. Que el sistema educativo en el Perú no tiene un buen nivel resulta una verdad de Perogrullo. Pruebas hay varias. Por ejemplo, el censo de rendimiento escolar (2018), que realiza el propio Ministerio de Educación (Minedu), evidencia un deterioro en el rendimiento educativo, y si bien los resultados de la prueba PISA (2018) muestran una leve mejora, en realidad estamos solo un nivel por encima del grado más bajo y muy lejos del nivel 6, que es el más alto.

Más allá de las criticas sobre la pertinencia de una prueba como PISA o la posibilidad de comparar sus resultados, lo cierto es que los estudiantes que logran terminar la educación secundaria, por lo general, no cumplen con los estándares esperados.

¿Por qué sucede? Hace unos días Gonzalo Galdós recordó que no puede haber educación de calidad sin profesores de calidad y que, lamentablemente, dado que se trata de un tema políticamente difícil, el Minedu prefiere centrarse en mantener paz laboral con los sindicatos y cumplir con que las clases empiecen a tiempo y con los materiales necesarios. Sin embargo, no basta.

La mejora del sistema educativo pasa por varias aristas que deben trabajarse de manera integral. Implica preocuparse por el tema de infraestructura —y por eso es lamentable que el Minedu aún no ejecute el 43.2% del presupuesto de construcción—, pero también es necesario contar con una currícula acorde a las necesidades actuales. Pero de nada sirve tener aulas adecuadas y una buena guía de clases si los maestros no están totalmente preparados, si no saben manejarse en las nuevas técnicas de enseñanza, es decir, no tienen la calidad que se requiere —por eso profundizar en la evaluación, respetar la meritocracia y retiro del magisterio a quienes no cumplan con los estándares es importante—.

Sin embargo, PISA pone la mirada sobre un problema mucho más profundo y que es más complejo de resolver: el de la segregación escolar. El resultados es que el sistema educativo peruano no funciona como un mecanismo de movilidad social, pues no crea oportunidades para todos.

Una forma radical de resolverlo sería apostar por el “voucher educativo”, para que cada padre de familia pudiera escoger en qué colegio matricula a su hijo. Pero como se trata de una medida que tomaría tiempo evaluar y aplicar, se debe apostar por sistemas de becas, incluso en la educación básica. Sin hacer cambios importantes los avances serán casi imperceptibles y de nada servirán los esfuerzos por ser un país competitivo.