FIGURAS POLÍTICAS. En una encuesta del IEP, publicada el domingo pasado sobre posibles candidatos a la próxima elección presidencial, los pocos nombres mencionados directamente por los encuestados ante la pregunta espontánea (no se leyeron opciones) fueron principalmente los de excandidatos de la última elección. Aunque ninguno superaba el 4%, los seis primeros de la lista eran Hernando de Soto, Rafael López Aliaga, Keiko Fujimori, Pedro Castillo, Yonhy Lescano y Verónika Mendoza, seguidos por Martín Vizcarra. Y, de hecho, si efectivamente se llegasen a convocar elecciones adelantadas –sea por un cada vez más improbable acuerdo en el Congreso o por una eventual renuncia de Dina Boluarte–, no está claro cuánto tiempo habría para que nuevas alternativas políticas se puedan inscribir.
Pese a ello, con la excepción del lamentable rol que ha jugado Castillo en el escalamiento de la crisis desde su intento de golpe de Estado en diciembre, llama la atención lo relativamente poco involucrados que parecen haber estado el resto de posibles candidatos con los acontecimientos de las últimas semanas, más allá de algún mensaje esporádico y neutral desde sus redes sociales.
No hemos visto a Mendoza ni a Lescano protestando junto a la ciudadanía movilizada, ni a Hernando de Soto o a figuras potencialmente presidenciables del fujimorismo saliendo en varios medios a plantear una ruta de salida para que cese la violencia (considerando que Keiko Fujimori ha dicho que ya no será candidata). Tampoco han aparecido potenciales sucesores de estas figuras desde sus mismas tiendas políticas o al menos liderazgos reconocibles de las protestas, como ocurrió con el propio Castillo en la huelga de maestros del 2017.
Como ya hemos señalado, es claro que la única salida real a la crisis política que atravesamos es que se apruebe un adelanto de las elecciones generales. Cualquier atisbo de aparente calma que se logre antes será, muy probablemente, una calma solo momentánea, pues todo lo que ha generado esta crisis, la violencia de varios actores y la respuesta del Gobierno, no va a desaparecer simplemente bajo la alfombra en los próximos meses si alguna válvula de escape no se activa.
Dicho eso, cabe preguntarse: ¿cuál podrá ser realmente la calidad de estas elecciones? Como ahora dicen algunos politólogos, aparentemente ya no somos solo una democracia sin partidos, sino también una sin políticos. Si no surgen nuevos líderes pronto, todo hace pensar que nos acercamos a una elección tanto o más fragmentada que la del 2021.