Editorial de Gestión. Para ocultar lo poco que se ha hecho, porque no existe capacidad para hacer más, se ha optado por la demagogia. (Foto: GEC)
Editorial de Gestión. Para ocultar lo poco que se ha hecho, porque no existe capacidad para hacer más, se ha optado por la demagogia. (Foto: GEC)
Redacción Gestión

DESGOBIERNO. El presidente Pedro Castillo ofreció en su mensaje de 28 de julio un resumen de su primer año de mandato. Nos referimos a esta brevísima mención: “Debo admitir que hemos cometido errores con algunas designaciones, así como brindar confianza a quienes se aprovecharon y burlaron de ella”. En realidad, no fueron “algunas” sino muchas, incluidas personas con denuncias de diversa índole –hasta hubo un sentenciado– o que se habían dedicado a actividades informales, aunque la característica generalizada fue la total falta de experiencia en las carteras que debían dirigir, a lo que debe sumarse el copamiento con gente igualmente inepta cuyo único mérito era pertenecer al partido oficialista o ser allegado del propio mandatario o de Vladimir Cerrón.

En total, Castillo tomó juramento a 59 ministros en sus primeros doce meses, todo un récord para el país en tiempos democráticos –la mención deshonrosa recae en el Mininter, con siete–. Es claro que ninguna política gubernamental puede diseñarse ni aplicarse si los ministros son cambiados con tanta frecuencia, y si también hay reemplazos constantes de viceministros y mandos medios el problema se agrava. Una de las muchas muestras de esa inestabilidad y manejo deficiente es la mediocre ejecución de la inversión pública. Los ministerios y sus entidades adscritas muestran retrasos presupuestarios alarmantes.

En suma, el principal logro del primer año de Castillo (y sus casi seis decenas de ministros) ha sido el desgobierno y la ineficiencia. Y para ocultar lo poco que se ha hecho, porque no existe capacidad profesional para hacer más –además de culpar a la prensa independiente–, se ha optado por la demagogia. Los llamados “Consejos de Ministros Descentralizados” son un ejemplo de esa estrategia: se habla mucho, se propone poco y no se concreta casi nada. Supuestamente, se hace seguimiento a los acuerdos alcanzados, pero la información oficial al respecto es muy escasa.

A juzgar por el contenido de su discurso, el presidente no tiene mucho interés en cambiar su estilo de gobernar. Y lo que más resaltó no fue lo que leyó, sino lo que omitió, al final. No es la primera vez que congresistas de la oposición se ponen a gritar desaforadamente durante un mensaje presidencial, pero sí resulta llamativo que Castillo haya dejado inconclusa su presentación precisamente en una parte que lo involucra directamente. ¿Le interesa que los “ciudadanos” prófugos (un exministro y un sobrino suyo) se entreguen? ¿Seguirá obstruyendo las investigaciones? ¿Aprenderá a gobernar?

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