ADELANTO DE ELECCIONES. Ayer, ya entrada la tarde y tras haber fracasado una vez más en alcanzar un acuerdo que finalmente permita aprobar una reforma constitucional que adelante las elecciones generales, el Congreso decidió nuevamente entrar en un receso indefinido para continuar negociando e intentarlo otra vez. La decisión resulta más que lamentable pues, a estas alturas, es evidente que aprobar alguna salida lo más pronto posible es urgente y debería ser la única prioridad del Legislativo hasta que este llegue a una decisión. Por ello, la expectativa de que este acuerdo se logre ayer mismo era muy grande.
Tal como señalamos la semana pasada (Editorial del 25.01.2023), la gravedad del contexto que hoy afrontamos deja lamentablemente en segundo plano de importancia a otras reformas de fondo que, sin duda, también son clave, como la bicameralidad, la regulación de la vacancia y varios otros cambios a nuestro sistema político. No es que estas reformas ya no deban discutirse y eventualmente aprobarse, ¿pero realmente este Congreso tiene hoy mismo el tiempo suficiente y la legitimidad política necesaria para impulsar cambios tan importantes con la esperanza de que estos sean exitosos?
Si bien un escenario de elecciones en el 2024 era inicialmente una mejor alternativa, pues implica la ventaja de que habría tiempo suficiente para quizá aprobar algunas reformas políticas e implementar por primera vez un proceso de elecciones primarias (una reforma aprobada en el 2019, pero hasta ahora no puesta en práctica), en las últimas semanas la opción que ha venido ganando más popularidad ha sido que las elecciones adelantadas sean en el 2023. Mientras que según la encuesta del IEP un 73% se inclina por esta opción, según CPI sería un 70.9% el que lo haría. Por lo mismo, aunque no sea un escenario ideal, adelantar elecciones al 2023 parece ser lo que tendría mayor chance de reducir, en un nivel importante, los reclamos de la ciudadanía. Y en tanto que este escenario implicaría tener unas elecciones con reglas y actores parecidos a los 2021, lo que conlleva el riesgo de que tengamos problemas similares en un eventual periodo 2024-2029, resulta interesante la propuesta que hoy se viene evaluando para que estas sean solo elecciones complementarias hasta el 2026.
Cada minuto que pasa en que el Congreso no toma una decisión, crece la posibilidad de que las elecciones se terminen convocando de todos modos con una eventual renuncia de Dina Boluarte. Y por varios motivos, ese sería un escenario mucho más incierto.