Editorial de Gestión. Queda claro que adelantar las elecciones será parte de la ruta de salida, pero debe hacerse sopesando las consecuencias de corto y largo plazo.
Editorial de Gestión. Queda claro que adelantar las elecciones será parte de la ruta de salida, pero debe hacerse sopesando las consecuencias de corto y largo plazo.

CONGRESO. Hace tres semanas, antes del intento de de , sostuvimos en esta página que ya el nivel en el que entonces estaba la crisis exigía que el evalúe y plantee a la ciudadanía los escenarios ante una eventual vacancia presidencial: “¿Se respetaría el mandato de la vicepresidente que asumiría hasta el 2026? ¿Se le exigiría un adelanto de elecciones? (...) Y tomando en cuenta que el artículo 115 de la Constitución no lo deja claro, si quien eventualmente asume la presidencia de la República es el presidente del Congreso, ¿se llamarían solo a elecciones presidenciales? ¿O a elecciones generales?” (Gestión, 05/12/2022).

Tras los lamentables acontecimientos de los últimos días, que han derivado hasta el momento en 25 personas fallecidas –incluyendo a menores de edad, según el Minsa– y cientos de heridos –incluyendo a más de 300 policías, según el Mininter–, es más urgente que nunca que el Congreso tenga claras las respuestas a esas preguntas y que acuerde cuanto antes un camino de salida que logre reducir las tensiones. La demanda más popular entre quienes protestan y que comparte también la gran mayoría de la ciudadanía –8 de cada 10 peruanos según el IEP– es sin duda el adelanto de las elecciones generales, por lo que hoy queda claro que esto debe ser parte de esa ruta de salida.

¿Pero cómo adelantar las elecciones? ¿Para qué fecha? ¿Qué tan urgente es hacer reformas previas y cuáles serían esas reformas? No queremos pretender que exista una respuesta sencilla a estas y otras interrogantes vinculadas, pero es vital que lo que finalmente se decida logre los objetivos de corto plazo (evitar más muertes y reducir tensiones alrededor del país) sin dejar de considerar también las posibles consecuencias de mediano y largo plazo.

Que las elecciones sean en el 2024 tendría varias ventajas de largo plazo: daría tiempo para que puedan surgir otros partidos, se organizarían elecciones primarias por primera vez y hasta se podría organizar un referéndum en el 2023 para ratificar el adelanto de elecciones y una o dos reformas adicionales (quizá cambios a la acusación presidencial, o separar la elección presidencial de la congresal). Pero es más impopular en el corto plazo que hacerlo en algún momento del 2023.

Si al final se optase por el 2023 para reducir las tensiones, una alternativa a considerar sería que las elecciones sean solo para terminar el periodo hasta el 2026. Y que así sea el 2023-2026 el período de las reformas.