CONSTITUCIÓN. La semana pasada, el exministro de Economía y ex miembro del directorio del BCR Waldo Mendoza publicó una columna en este diario que ha dado mucho que hablar. En ella, Mendoza cuestionó a los principales políticos impulsores de que se convoque a una Asamblea Constituyente y que además apoyan un cambio específicamente del capítulo económico de la Constitución vigente.
El exministro explicó primero el sentido y la utilidad práctica de los artículos 60, 62 y 70; que son justamente parte importante del capítulo económico actual. Tras ello, culminó preguntándoles a los impulsores de este cambio por qué es que querrían cambiar el régimen económico, qué artículos serían los problemáticos, en qué países ha funcionado el nuevo modelo que se propondría y qué problemas de fondo de los que nos aquejan actualmente no podrían resolverse con el régimen económico actual.
La importancia de lo hecho por Mendoza en este texto es que trae al mundo real una discusión que, hasta el momento, sus líderes habían dejado únicamente en el terreno del discurso: ¿qué es lo que se quiere cambiar y por qué? ¿Con qué objetivo? ¿Cuál es el problema que han detectado que es atribuible causalmente a la redacción del capítulo económico?
Entre las respuestas a las que ha dado lugar el artículo, hay quienes han afirmado que sería ‘elitista’ exigirles a quienes plantean estos cambios que lean la Constitución y aterricen sus cuestionamientos antes de hacerlo. Por supuesto, no se trata de pedirle este mismo nivel de detalle a todas las personas que tengan dudas sobre este debate participar en él, ¿pero no es acaso razonable exigírselo a los líderes políticos que afirman que este camino sería una solución a los problemas del país? ¿No existen acaso académicos o profesionales técnicos vinculados con estas posturas que puedan sustentar este reclamo más seriamente?
No es ningún secreto que la posición editorial de este diario es en general favorable al modelo económico vigente, el mismo que ha permitido un crecimiento económico sin precedentes en las últimas décadas y reducir la pobreza en niveles históricos al mismo tiempo que se redujo la desigualdad. Sin embargo, es evidente que el camino por delante aún es muy largo en lo que implica a los retos para un desarrollo que alcance a todo el país y logre mejores servicios básicos, por lo que una discusión sobre cómo mejorar sí podría ser bienvenida. Siempre que, cuando menos, entendamos qué se propone y por qué.