VENEZUELA. El último viernes, Nicolás Maduro finalmente juró como presidente de Venezuela por tercera vez hasta el 2031, consolidando así su régimen autocrático.
Ello pese a los reclamos internacionales por transparentar las actas electorales de la elección del año pasado, en las que el chavismo perdió abismalmente –como lo demostraron las actas que sí logró recolectar y publicar la oposición–, aunque aun así se adjudicó la victoria. Y pese también al reclamo en las calles de centenares de miles de venezolanos, quienes el día previo participaron en más de 180 protestas por todo el país, a las que se sumaron centenares más organizadas por comunidades de venezolanos en otros países.
Durante la protesta del pasado jueves 9, quien también consolidó su liderazgo como lideresa de la oposición fue María Corina Machado, quien salió de la clandestinidad para participar de las protestas. Machado se había venido ocultando tras recibir amenazas de parte del régimen. De hecho, ese mismo día fue detenida con violencia por el chavismo, aunque horas más tarde fue liberada.
Lamentablemente, tras la asunción del cargo de Maduro, la propia Machado ha reconocido que el golpe de Estado que comenzó con el fraude del año pasado se acaba de consolidar, por lo que aconsejó al presidente democráticamente electo, Edmundo González, ya no ir a Venezuela. Y es que, pese a todo, hoy sigue siendo Maduro quien tiene el control efectivo de las fuerzas armadas y del resto del poder fáctico.
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Por supuesto, las consecuencias de todo esto son lamentables para Venezuela y sus ciudadanos. Sin embargo, el continuo desmoronamiento democrático y económico de un país tan importante sin duda se seguirán sintiendo en toda la región.
Desde que Maduro llegó al poder, más de 7.7 millones de venezolanos han huido del país en busca de mejores condiciones, siendo Colombia y Perú los países vecinos a donde más han acudido. Sobre todo, en los últimos años, muchas de estas personas incluso huyeron de su país a pie, lo que da cuenta del nivel de desesperación por el que muchas familias atravesaron para llegar a tomar esa decisión.
Los impactos de esta migración en la región, por su puesto, han sido mixtos, pues ha habido tanto aspectos positivos como negativos. Dicho esto, no cabe duda de que el impacto neto es negativo, si tomamos en consideración los costos en los que han tenido que asumir todos los venezolanos forzados a abandonar sus hogares.
Así las cosas, sin embargo, haría bien el Gobierno peruano no solo en consolidar su posición diplomática en contra del régimen, como ha empezado a hacer correctamente, sino también a prepararse para varios impactos previsibles. Entre ellos, un nuevo éxodo de migrantes venezolanos en los próximos años, si el país continúa como está. ¿Qué medidas se viene evaluando para estar preparados?
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