Congreso votó reconsideración de la bicameralidad. (Foto: Twitter Congreso)
Congreso votó reconsideración de la bicameralidad. (Foto: Twitter Congreso)

LEGITIMIDAD. En el existen varios políticos de varios partidos que parecen tener una idea equivocada de qué significa y cómo se construye –o se termina de construir, en nuestro caso– una . Desde su concepto, las reglas democráticas se crean centralmente desde los organismos públicos competentes (como el o los concejos municipales), para después ser impuestas a la ciudadanía.

Les preocupa, por ello, que cualquier cambio a estas reglas sea legalmente legítimo: que se siga el procedimiento formal correcto. Así, quien luego no cumpla con las reglas democráticas válidamente aprobadas, sería pues el culpable del desorden resultante. Un infractor.

Esta concepción, no obstante, no toma en cuenta un hecho elemental: para que cualquier democracia pueda funcionar en la práctica, no solo es vital que las reglas se aprueben formalmente bien, sino también que la ciudadanía acepte y perciba estas reglas como legítimas. Es decir, que confíen en que esas reglas en efecto se aprobaron correctamente y que el resto de actores también las va a cumplir. Que exista respaldo de abajo hacia arriba. Si esto no pasa, las reglas democráticas son más débiles e inestables.

Si los políticos toman decisiones ignorando del todo los reclamos de la ciudadanía, la democracia se debilita. Por ello, cuando se pretende modificar nuestras reglas democráticas, nuestros representantes no deberían solo seguir las reglas formales, sino que parte de su trabajo y de su responsabilidad es hacer un trabajo político para explicar por qué ese cambio de reglas es necesario. No basta con pretender imponer desde arriba.

La semana pasada hemos visto llevarse a la práctica esta concepción de la democracia como reglas impuestas desde arriba en la votación sobre la propuesta para el retorno a la . Desde este diario, consideramos que la bicameralidad sería una reforma positiva para la democracia peruana pues, siempre que esté bien diseñada, esta permitiría aprobar menos y mejores leyes y mejorar las formas de representación.

Sin embargo, es justamente por la importancia de esta reforma, así como de otras más que hoy se discuten, que no debería ignorarse la importancia de la legitimidad política. Si la población percibe que la bicameralidad se aprobó no para buscar mejorar la democracia, sino para favorecer intereses privados de este Congreso, el resultado final será un Congreso aún menos legítimo y una democracia aún menos sólida, no más. Y hechos como que congresistas reconozcan no haber leído un proyecto tan importante antes de aprobarlo, o el haber incluido la posibilidad de que estos congresistas se reelijan como senadores, justamente alimentan esa percepción.

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