Economista PAD – Escuela de Dirección de U. de Piura
Hasta hoy nos amparamos en una fortaleza macroeconómica que no ha sido construida recientemente y que podría desgastarse. Nos esperanzamos en el impacto potencial de una infraestructura acompañada aún de serios problemas logísticos. Anunciamos como novedad proyectos mineros que aún no están claramente destrabados. Vendemos como reactivación económica un claro proceso de rebote estadístico.
¿Se puede reactivar seriamente una economía sin disponer de autoridades e instituciones que inspiren un mínimo de confianza?, ¿podemos reactivar la inversión donde no hay un mínimo de gobernanza pública y donde la incertidumbre es alta con relación al perfil de nuestro próximo gobernante?, ¿podemos regenerar confianza en un marco de inseguridad creciente?
Sin una visión holística que nos permita trascender a la simple ejecutoria de política económica, no avanzaremos mucho. Veamos dos casos breves, pero ilustrativos.
Hoy en día, sin optimizar los procesos electorales y sin afinar la accountability de nuestra clase política, difícilmente regeneraremos confianza, inversión y crecimiento sostenibles. Basta con ser testigos del número de candidatos que dispondremos para concluir que Perú no es serio institucionalmente hablando.
En el muy corto plazo, por ejemplo, requerimos de un marco que permita disponer de un proceso electoral que no alimente la extrema fragmentación que nos ha conducido, intencionalmente, a escoger entre dos males; es urgente también la creación de mecanismos de rendimiento de cuentas y de renovación periódica de los miembros del Legislativo. Solo así empezaremos a regenerar confianza en un entorno político complicado. No hay alternativa. A nuestra clase política poco le interesa corregir esto.
De otro lado, por mencionar solo otra limitación a superar, hoy en día insistimos en asignarle al aparato público la responsabilidad de arreglar los serios problemas en materia de salud, educación, seguridad, infraestructura; sin encontrar previamente solución a sus propias graves limitaciones en materia de gestión, dimensionamiento, meritocracia y gobernanza. Pretender consolidar nuestro crecimiento, sin una reingeniería profunda de la cosa pública, también es engañarnos.
Para iniciar la solución al tema de la deficiente calidad del sector público, requerimos mucho más que consensos mínimos en lo social y político, requerimos alejarnos de la actual clase política y generar propuestas sinceramente disruptivas, en línea con la competencia de mercados, el respeto al usuario y la simetría de oportunidades a favor de todos los peruanos. Hoy, en contraste, ni adecuados requisitos éticos y de calificación profesional existen para ser presidente de la República o congresista. Todo preparado para alimentar el oscurantismo y la ineficiencia.
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Debemos entender que el problema económico del Perú, como hace más de 200 años, va más allá del guarismo que podamos alcanzar en materia del PBI. Requerimos a gritos ejecutar reales reformas estructurales. Nuestra visión y propuestas de solución aún son parciales, de claro sesgo coyuntural y, por lo tanto, de resultados permanentemente asimétricos.
En una coyuntura electoral que se podría complicar resulta urgente poner a punto el mismo proceso de selección de autoridades. No es que los peruanos no sepamos escoger, el problema es que el esquema está preparado para llevarnos a definir entre dos males. Eso no es casualidad. En el muy corto plazo, la salida económica de Perú dependerá de un proceso electoral exitoso.
Igualmente, hoy en día nadie quiere iniciar la ejecutoria de una verdadera reforma del Estado. Deberíamos cuanto antes, sentar las bases para ello. No pensemos en acuerdos nacionales inoperantes, pensemos en una progresiva modificación de los estándares de gobernanza política acompañados de rigurosos mecanismos de rendimiento de cuentas. Difícil observarlos antes de un nuevo proceso electoral, pero al final, inevitables.
Mientras tengamos un mecanismo electoral sesgado y un sector público obsoleto, la efectividad de la orientación de política económica será limitada, las ondulaciones de los ciclos económicos se acentuarán y la paz social que necesitamos se nos podría ir de las manos. Seamos sinceros, sin verdaderos cambios y reformas estructurales no habrá crecimiento sostenible ni reconstrucción nacional.
Ex Superintendente de Banca, Seguros y Administradora de Fondos de Pensiones, ex Director del Banco Central de Reserva y ex Director de INDECOPI.
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