
Escribe: Ricardo Valcárcel, analista económico
El ministro de Economía, José Salardi, exagera su optimismo sobre la economía peruana, para el presente año. Los problemas internos latentes y la enorme confusión y caos que está produciendo Donald Trump en todo el planeta, motivarán un crecimiento de sólo cerca de 2.5%.
El primer trimestre puede estar encima de dicha cifra por un efecto estadístico, al medirlo contra el bajo crecimiento de similar periodo del 2024. Pero el resto del año ocurrirá lo contrario y ello en medio de una etapa paralizante de preelecciones.
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El MEF supone que el PBI del mundo progresará 3.3%. Imposible con la lucha arancelaria emprendida por Trump, provocando peleas con rivales y aliados, volatilidad en los mercados internacionales y turbulencia geopolítica, cuyos efectos se irán manifestando gradualmente en el transcurso del año.
Eso dañará a todos, incluyendo a EE.UU. que camina hacia una recesión, y con una inflación ascendente. Europa sigue ese mismo penoso camino. Sólo China espera crecer 5% si logra manejar su deflación y las trabas arancelarias.
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Es necesario valorar que estamos en un momento histórico, con un individuo narcisista como Trump dirigiendo el país más poderoso del globo, que se atreve a decir que “los aranceles son una hermosa palabra que hará ricos de nuevo a los estadounidenses y que vamos a hacernos tan ricos que no van a saber dónde gastar todo ese dinero”.
Trump necesita el caos y el enredo, pero sus idas y vueltas en el tema arancelario muestran una incomprensión de sus consecuencias. Ante las represalias de los afectados, pronto veremos a Trump redoblando sus decisiones y generando mayor desbarajuste, una especie de adicción y estilo de vida.
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Si cree hacerlo para luego negociar, eso puede darle resultados con países débiles, pero no, por ejemplo, con China quien tiene los instrumentos para contestarle con parecida agresividad. Allí asoma nuevamente ese combate de largo plazo por la hegemonía mundial.
Esa lucha puede tocar al Perú directamente. EE.UU. verá nuestra gran vinculación actual con China, comercio e inversiones en sectores estratégicos: puertos, energía y minería, como algo que debe ser cambiado.
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Un optimista pensaría que EE.UU. invertirá mucho en el Perú para equilibrar. Un pesimista vería gran presión estadounidense, como imposición de aranceles adicionales y revisión del TLC, y esperaría que el gobierno peruano dicte normas para disminuir dicho vínculo. China también haría similar presión para sostenerse. Con un gobierno inepto, estaríamos en medio de fuego cruzado que pagaremos con la tuya y con la mía.
A quienes destacan que los muy buenos precios del cobre, oro y plata, son suficientes para tener un buen crecimiento económico este año, deben considerar los siguientes factores negativos:
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1) Difícilmente se darán inversiones importantes por parte del sector privado, ante la incertidumbre del resultado de las elecciones del 2026 o que éstas se adelanten si Dina Boluarte no culmina su mandato. 2) Ya no hay retiros de AFP y la gente que tiene excedentes optará por ahorrar antes que gastar, ante el temor antedicho. 3) Por tercer año consecutivo no se alcanzará la meta de reducción del déficit fiscal a 2.4%. Recortar gastos públicos es duro, cuando el gobierno y el Congreso desean encantar a la población y, cuando la situación de Petroperú seguiría siendo una hemorragia indetenible. Nuestro grado de inversión puede ser rebajado. 4) La inseguridad va en aumento y todos destinan más fondos en protegerse, en un tema no productivo. Esos costos se trasladan a los precios y a la inflación. La pequeña empresa no puede afrontar esos gastos y quiebran o pasan a la informalidad.