Escribe: Enrique Castillo, periodista.
Cada vez con mayor frecuencia vemos, escuchamos o leemos declaraciones, pronunciamientos, o mensajes de nuestras autoridades que nos sorprenden, nos molestan o nos indignan, sea por lo alejados que están de la realidad, por lo equivocados que están, o porque resulta notorio que la impericia, la torpeza, y/o la ineptitud han provocado tales expresiones.
Muchas veces esas expresiones o decisiones nacen de la iniciativa o de la “espontaneidad” de nuestras autoridades. Lo que nos lleva a preguntarnos: “¿No tienen asesores?”, “¿no hay quien les ayude o les diga qué hacer o qué decir?”. Y parece que en realidad no los tienen o no son muy buenos.
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Dos muestras como botones solo de las últimas horas.
La presidenta Dina Boluarte dirige un Mensaje a la Nación para quejarse porque no le dieron autorización para viajar a la Asamblea General de las Naciones Unidades. Acusa a los congresistas de haber sido influenciados para votar en contra de la autorización de viaje.
No sabemos si la presidenta y/o quienes colaboraron con ella en la elaboración y la presentación de ese mensaje se han dado cuenta, pero en realidad, por el recurso que se utiliza, por las frases que lanza, por el contenido, y por su actitud, parece más una “pataleta” y un reconocimiento de los errores y omisiones del Ejecutivo, que un complot contra ella.
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Es verdad que la presidenta dirige la política exterior del país y es su atribución determinar con la Cancillería qué acciones toma y a dónde va. También es verdad que la Asamblea General del ONU y todo lo que sucede alrededor es una muy buena oportunidad para fortalecer esa política exterior. Pero no es menos cierto que si la presidenta quería obtener ese permiso debió haber trabajado mejor las cosas y con anticipación, sobre todo por la situación que vive el país en varios sectores, y conociendo el Congreso que hoy tenemos.
En los días previos la presidenta hizo muy pocos méritos para mostrarle al país, y a los siempre oportunistas congresistas, que ella estaba “al pie del cañón” y un paso adelante en el drama de los incendios o en las balaceras contra las unidades de transporte público, por ejemplo. Su protagonismo público estuvo en Lima, y no precisamente por lo temas que desesperaban a la población.
Es verdad que la presidenta no iba a ir con una manguera o baldecitos a tratar de apagar los incendios o a atrapar a los sicarios, pero tampoco podía seguir reforzando su imagen de falta de liderazgo o de iniciativa, de poca empatía o de frivolidad. No puede ser que a pesar de las dramáticas consecuencias de los incendios, el premier Gustavo Adrianzén, se supone que de acuerdo con la presidenta, dijera que no era necesario declarar la emergencia en esas zonas, para unas horas después, y obligados por las presiones y las circunstancias, declarar la emergencia.
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La presidenta habla de congresistas “influenciados” para negar la autorización. Pero, ¿no era labor del Gobierno conversar, dialogar, convencer o “infuenciar” sobre la necesidad o la importancia del viaje?, ¿qué hicieron la PCM y la Cancillería respecto a esto?, ¿quiénes son y dónde están los enlaces del Ejecutivo con el Congreso?, ¿el Gobierno sabe de congresistas “influenciados” y no hace nada al respecto?, ¿ese es su nivel de soledad y aislamiento?
Por último, si sabía que podía perder la votación, ¿por qué se expuso al rechazo?, ¿sus ministros o asesores no sondearon las posibilidades?, ¿el Gobierno expone a la presidenta así?, ¿no era mejor quedar como una presidenta que no deja a su pueblo en estas circunstancias, que quedar como la presidenta que se quedó sin viaje y está ahora molesta?
La presidenta, el premier, y varios ministros vienen cometiendo errores o soltando lamentables frases que dan la sensación de total orfandad de capacidades y de asesoría. Ahí está el tema de Petroperú o aquella referencia lamentable de que no les importa las lágrimas de alguien en pleno incendio.
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Pero no solo se cuecen habas en el Gobierno. Otra muestra de la falta de muñeca, de pericia, de experiencia, o de asesoría la estamos viendo en los problemas que un aspirante a candidato presidencial como Carlos Añaños tuvo con el dueño de su “partido” político (ayer renunció a dicha candidatura, según El Comercio).
No sabemos qué clase de arreglo o acuerdo tuvo Añaños con el verdadero dueño del partido político inscrito que lo cobija, pero lo cierto es que parece que ese dueño ha resultado siendo un “tigre” frente a las personas de confianza de Añaños, quienes nunca participaron en política, no tienen experiencia en negociación política ni en el manejo de partidos políticos ni candidaturas. Si sumamos entonces la falta de experiencia de ellos, con la falta de experiencia política y los dilemas o dudas de Añaños sobre su lanzamiento como pre candidato, podríamos decir entonces que “te metiste a soldao y ahora tienes que aprender”, y que mejor, “zapatero a tus zapatos”.
Esto no quiere decir que los empresarios no deben participar en política, no. Esto quiere decir que si los empresarios quieren participar en política deben hacerlo con decisión, con las cosas claras, y con la gente adecuada y capacitada para una tarea como esta. No puedes encargar tareas y negociaciones políticas a quienes te han ayudado con éxito en labores estrictamente empresariales, o a quienes se han desempeñado a lo largo de los años en tareas muy especializadas que no tienen que ver con la política partidaria.
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