Escribe: Eduardo Morón, presidente de Apeseg.
El primero de mayo conmemoramos la lucha por los derechos de los trabajadores. En el Perú, capital mundial de la informalidad laboral, es difícil celebrar que la mayoría no tenga los derechos que todos quisiéramos tener en nuestro trabajo: derecho a una remuneración justa, a un lugar seguro para trabajar, igualdad de oportunidades, derecho al descanso remunerado, derecho a la seguridad social, entre otros. Más del 70% de los trabajadores en el Perú no tienen ninguno de estos.
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Cada primero de mayo yo prefiero recordar el enorme papel que cumplió Frances Perkins, quien fuera la primera mujer en toda la historia de Estados Unidos en ocupar el cargo de (para nosotros) Ministra de Trabajo. Y vaya que lo ocupó porque se quedó en el puesto desde 1933 hasta 1945 con Roosevelt. Su más importante legado fue sin duda que Roosevelt firme la Ley de Seguridad Social que para la fecha fue revolucionaria y que influyó en muchísimos países incluido el nuestro.
La seguridad social fue un mecanismo poderoso para proteger al trabajador de múltiples riesgos que cuando se materializan, impiden que cumpla el rol básico con su familia: proveer ingresos durante su vida laboral. Esa capacidad puede interrumpirse temporalmente (desempleo, enfermedad) o de manera permanente (muerte, invalidez total permanente). Dado que son múltiples los riesgos que enfrenta cada trabajador a lo largo de su vida laboral se fueron creando diferentes soluciones que respondieran a cada uno de ellos. Este mes el Congreso arremetió contra dos de ellos (pensiones, CTS).
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Curiosamente la reforma que inició la seguridad social en Estados Unidos ocurrió apenas saliendo de la peor crisis económica que este país ha sufrido en toda su historia. Aquí hemos hecho exactamente al revés, saliendo de los devastadores efectos de la pandemia se nos ha ocurrido desmontar el precario esquema de protección social que teníamos en lugar de fortalecerlo para que incluya a todos.
En la biografía de Perkins (The Woman behind the New Deal, Kirstin Downey, 2009) se puede encontrar lo complejo que fue para ella lograr que se apruebe esta reforma. Como suelo repetir, frente a un problema de política pública no se necesitan líderes políticos con ideas excepcionalmente innovadoras, sino fundamentalmente se necesitan líderes políticos con la voluntad inquebrantable de querer conseguir un consenso que sea aceptable para todas las partes. Esto se hace aún más necesario en nuestro país donde tiene dos elementos que no ayudan. El primero es la gran fragmentación de las bancadas en el Congreso. El segundo es la ausencia de una bancada oficialista que sirva como articulador entre poderes del Estado para cuajar ese consenso.
Todos los esfuerzos que se hagan hacia alcanzar dicho consenso deben tener como premisa que es tremendamente valioso corregir la actual situación. Hoy la gran mayoría de los peruanos no se jubila, trabaja hasta morir, depende de la voluntad de sus hijos para financiar su vejez. Hoy no podemos celebrar el Día del Trabajo si quienes tienen a su cargo mejorar nuestro esquema de seguridad social lo despedazan con el pretexto que eso es lo que la gente lo pide. Eso no es liderazgo, eso es populismo.
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