Presidente y Director General de 3M para la Región Andina
A lo largo de la historia, siempre han surgido teorías, hipótesis y conclusiones sobre diversos fenómenos de la realidad que no necesariamente cuentan con el rigor científico que se amerita, lo cual ha generado en numerosas ocasiones la difusión de información errónea respecto a temas abordados por la ciencia.
De acuerdo con el estudio de 3M, “El Estado de La Ciencia” (State of Science Index – SOSI) de 2022, al menos el 85% de las personas a nivel global considera que existe desinformación generalizada en las noticias que recibimos a diario, ya sea por medios tradicionales o a través de redes sociales. En América Latina, este porcentaje no está tan alejado del global, con un 79% que considera la desinformación como un problema mediático, social y académico.
Respecto a la credibilidad, cada día más personas consideran que las redes sociales tienen mayor peso, aunque para descartar toda la información innecesaria que se genera cada minuto en ellas sea como intentar hallar una aguja en un pajar. Los latinoamericanos entienden este punto y, por ello, el 66% no confía en la información que proviene de estas plataformas, frente a un 39% que desconfía de aquella generada por medios tradicionales como la televisión, la radio y los periódicos.
Esta desconfianza afecta a sectores de suma importancia para el desarrollo de la sociedad, como lo es el científico. Pero, antes de entrar en detalle sobre ello, es importante destacar que la desinformación no solo apela a emociones, sino también a sesgos: es decir, saca provecho de nuestra tendencia a aceptar como verdadero todo lo que concuerde con nuestro sistema de creencias. Esto imposibilita un análisis objetivo de la información y logra que no sea cuestionada, analizada, ni investigada.
Actualmente, podemos observar que, cuanto más amenazada está la confianza en la ciencia, menor es la credibilidad en inversiones para las empresas y mayores son las dudas de los jóvenes sobre estudiar carreras científicas que ayuden a comprender los fenómenos cotidianos. Aun así, se estima que la ciencia es una de las industrias que cuentan con un índice de credibilidad por parte de la gente (31%) por encima de temas relacionados al entretenimiento (17%), o deportes (26%). Además, casi el 90% de los latinoamericanos estamos interesados en conocer sobre los desarrollos científicos y quiénes están detrás de ellos.
Esto ha permitido el desarrollo de métodos que ayudan a identificar la autenticidad de la información que consumimos, como lo es el “Método S.I.F.T” por sus siglas en inglés.
Este método consiste en hacer un tamiz de la información a través de acciones como:
- “Detenerse”, lo cual ayuda a analizar si las afirmaciones del contenido son creíbles. Por lo que, si en este punto no se tiene certeza sobre el origen de la información, es recomendable que no se difunda la misma mientras se investiga más a fondo.
- “Investigar”, lo que permite indagar sobre la fuente o su origen, ya sea sobre la historia, el medio de comunicación o el periodista. Esto ayudará a interpretar lo que se está leyendo.
- “Buscar”, pues brinda la posibilidad de obtener múltiples fuentes que respalden el contenido a difundir, y a no dejarse llevar por titulares engañosos.
- “Rastrear” la declaración, cita o medio permite regresar a la fuente original y reconstruir el contexto, para poder evaluar la información de manera efectiva y precisa.
Si bien este método no pretende ser una herramienta infalible a la hora de filtrar información verídica y creíble, funciona como guía para poder combatir los errores en la difusión de información y así, continuar con una línea de divulgación científica respaldada en investigación y pruebas.
Por último, me gustaría compartir el estudio para que ustedes, que están interesados en la ciencia como yo, puedan ampliar su panorama sobre su estado en Latinoamérica.