Joseph Dager Alva
Secretario General de la Sunedu
Habiendo terminado el proceso de licenciamiento institucional, se puede afirmar que el sistema universitario peruano presenta hoy claramente condiciones básicas de calidad. De lo que se trata en adelante es de consolidar el logro.
En ese sentido, hoy resulta casi imposible una gestión universitaria que obvie la existencia de los rankings, pero tal vez lo mejor sea entenderlos como instrumentos que orientan, no como metas en sí mismas. La presencia en los rankings debe ser la consecuencia de una consistente mejora de la calidad en la formación impartida, y no de estrategias coyunturales sin enraizamiento al interior de la universidad. Se trata de un proceso en el que los resultados no se verán inmediatamente. Si los queremos sólidos, deben ser producto de un trabajo interno y continuado de la comunidad académica.
La evidencia internacional señala que la mejora de la calidad universitaria es el resultado de decididas apuestas institucionales, de políticas orientadas a promover en especial la mejora de dos ejes, muy vinculados entre sí: la investigación dentro de la universidad y las condiciones del claustro docente. No en vano los rankings otorgan la mayor importancia a los indicadores que miden estos ejes. Nuestra ley universitaria ya fijó como piso para hablar de calidad el contar con un 25% de profesores a tiempo completo. Una vía, entonces, para mejorar la calidad de la formación sería aumentar ese porcentaje. Pero, no sólo ello, pues no resulta sensato pensar que una condición que demuestre calidad sea que dicho profesor esté la mayor parte de su tiempo dentro del aula. Un profesor a tiempo completo debe ser considerado un activo de la universidad en todo el sentido del término, es un actor de importancia central, y no sólo un “colaborador” que dicta y dicta.
En otros sistemas universitarios con mejores resultados que el nuestro en los rankings internacionales, las universidades cuentan con un cuerpo docente dedicado a formar, y no sólo a enseñar. Y es que el profesor a tiempo completo tiene reales posibilidades de influir positivamente en los alumnos, de concentrarse adecuadamente en el proceso enseñanza-aprendizaje, de dejar huella, de imprimir el carácter que la universidad promueve, de asesorar los iniciales trabajos universitarios y las tesis. Se forma dentro del aula, sin duda; pero en especial fuera. Esta cercanía del docente con el estudiante adquiere especial relevancia en un contexto de enseñanza no presencial como el que estamos viviendo. Creo que resultaría un ejercicio interesante fijarnos en cuál es el porcentaje de profesores a tiempo completo en las universidades que ocupan los primeros lugares en los rankings internacionales, cuál es el número de horas que dictan a la semana, cuál su porcentaje de doctores y la ratio profesor/alumno. Ahí están los parámetros, los ideales a seguir.
El otro eje a consolidar es la presencia de la investigación en la universidad. Además de acompañar al estudiante en su formación profesional, el profesor a tiempo completo debe investigar, para lo cual las universidades han de ofrecer las condiciones adecuadas. Si bien, no todas las carreras profesionales deben investigar de la misma manera, la investigación como tal sí debe estar presente en toda universidad, según lo norma nuestra Ley. Aunque investigar sea caro, y no siempre tenga una tasa de retorno desde el punto de vista de la rentabilidad inmediata, existe una indudable verdad, sustentada por la evidencia internacional: la investigación, la pura o la aplicada, integrada a la propuesta de la universidad, contribuye muy positivamente en la calidad de la enseñanza. Para ello, se debe integrar a grupos de investigación a los alumnos al final del pregrado y en especial a nivel de posgrado; tener claramente definidas líneas y líderes de investigación; que esos trabajos sean pertinentes; así como salir de las fronteras de las propias entidades para apostar por proyectos interinstitucionales, también con alianzas internacionales, que serán además espacios de aprendizaje.
Este proceso de consolidación supondrá una fuerte inversión en el recurso humano y también en las condiciones materiales como infraestructura, instrumentos, laboratorios, lo que ocupará una parte significativa del presupuesto institucional. Pero, según la experiencia internacional, no hay otra, ése es el camino, no hay atajos, al menos no en una gestión seria que establezca la calidad como norte. Y, entonces, transcurrido un tiempo razonable, el trabajo interno de la comunidad académica se verá reflejado en publicaciones en revistas indizadas. Y es ése el sentido primordial del porqué los rankings universitarios toman muy en cuenta este indicador.