Escribe: Patricio Valderrama-Murillo, PhD, experto en fenómenos naturales.
A medida que nos adentrábamos en este 2024, las previsiones climáticas apuntaban a un otoño más frío de lo habitual, siguiendo un patrón de descenso en las temperaturas. Contrario a estas predicciones, marzo y abril se presentaron con una intensidad térmica sin precedentes, poniendo en jaque los modelos climáticos y económicos previamente establecidos.
Hace solo unas semanas, Gavin Schmidt, director del Instituto Goddard para Estudios Espaciales de la NASA, expuso en un reciente artículo en la revista Nature la incapacidad de los modelos climáticos actuales para prever o explicar la anomalía térmica observada en el 2023. Este fenómeno ha llevado a considerar que podríamos estar incursionando en un “territorio inexplorado”, donde los patrones históricos ya no ofrecen una base confiable para predicciones futuras. En términos simples, la temperatura media global del año pasado superó en 0.2ºC lo considerado normal, una variación que, a escala planetaria, es sustancial y tiene efectos directos sobre la economía global.
Por ejemplo, el incremento de 0.2ºC ha intensificado las olas de calor en el Medio Oriente y exacerbado las crisis hídricas en Uruguay, mientras en Estados Unidos se han registrado vientos más fuertes de lo usual. En Perú, un verano asfixiante ha marcado el inicio del año, reflejando la magnitud de estas variaciones climáticas. El pasado abril no solo mantuvo la tendencia, sino que se consolidó como el mes más cálido registrado desde 1964, superando ampliamente las marcas establecidas durante los eventos de El Niño en 1982 y 1998.
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A pesar de la ausencia de un El Niño de gran magnitud, datos del Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (SENAMHI) confirmaron que se batieron récords de temperatura en abril último, lo cual tiene repercusiones directas en varios sectores económicos. Curiosamente, la estabilidad reciente de las temperaturas máximas y mínimas y la finalización del ciclo de lluvias en los Andes están permitiendo cierta normalización climática que favorece actividades económicas como el turismo en destinos como Cusco, Arequipa, Puno y Huancayo. Estas regiones, ahora en temporada seca, presentan las condiciones ideales para la afluencia de visitantes. Simultáneamente, en Lima, el aumento de la neblina matutina y la humedad está impulsando el comercio de prendas de abrigo.
Esta volatilidad climática plantea desafíos significativos, pero también abre oportunidades económicas. La adaptación a un clima cambiante no solo es una necesidad, sino una oportunidad para innovar en la forma en que los negocios operan y se adaptan a nuevas realidades. Mientras los científicos trabajan en desarrollar modelos más precisos y métodos de recolección de datos más robustos, la economía debe prepararse para gestionar y aprovechar los efectos de temperaturas más elevadas y cambios en los patrones de precipitación. Estos cambios, aunque desafiantes, pueden ser catalizadores para el desarrollo de nuevos productos y servicios, así como para la reinvención de sectores tradicionales.
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