Director ejecutivo de CIES
Entre 1952 y 1979 la inversión en América Latina y el Caribe (ALC) creció 5.9% en promedio anual real. Luego de la década perdida de los años ochenta, entre 1990 y el 2021, esta cifra bajó a la mitad (2.9%). Peor aún, a partir del 2014 la inversión en la Región cae a un ritmo de 0.9% anual; y en el año 2021 – a pesar del rebote pospandemia- la cifra fue similar a la que ya se había alcanzado diez años antes, en el 2011. Así lo señala el último Estudio Económico de ALC publicado hace unos días por la Cepal.
El trabajo señala también que desde 1981 la inversión regional se hizo mucho más volátil, con contracciones más frecuentes, intensas y duraderas. Por ejemplo, entre 1950 y 1980 solo hubo tres caídas, que fueron leves y breves (1953, 1958 y 1977), mientras que desde 1981 las contracciones de la inversión han sumado más de quince (cuatro veces con desplomes mayores al 10%).
El menor dinamismo de la inversión, durante los últimos treinta años, se ha dado tanto en el componente privado como en el público, aunque en este último ha sido más agudo. Así, la participación del Estado en la inversión total de ALC ha caído desde 26% en los años setenta hasta 20.1% durante la última década. Este descenso obedece, en gran parte, a la precariedad de las finanzas estatales en la Región; donde la inversión pública suele ser la variable de ajuste, luego de las fiestas fiscales, cuando sobrevienen las coyunturas de vacas flacas.
Sabemos que la inversión genera un efecto multiplicador y es el principal determinante del crecimiento económico. A su vez, este último genera más oportunidades de inversión, en lo que se conoce como el efecto acelerador. La tasa de crecimiento del producto es igual a la tasa de inversión multiplicada por la productividad marginal del capital. Además, cuando la tasa de inversión es elevada, el progreso técnico suele difundirse con más rapidez, retroalimentando la productividad y el desarrollo.
La tasa de inversión sobre el PBI en la Región ha fluctuado entre 18% y 22% en promedio decenal durante las últimas siete décadas. En las economías emergentes más dinámicas del Asia (China, Indonesia, Corea del Sur, etc.) esta tasa ha tendido a ubicarse más arriba del 30% e incluso por encima del 40%. El caso más espectacular que conocemos es el de China que era uno de los países más pobres del planeta a fines de los años setenta. Luego, con la apertura comercial, la liberalización económica y la atracción de la inversión extranjera iniciadas por Deng Xiaoping en 1979, el país vivió cuatro décadas de milagro económico.
La antípoda en ALC es quizás la Argentina. A inicios del siglo XX su PBI per cápita era similar al de Alemania. Y hoy en día uno observa una nación con un declive de varias décadas frente a sus pares; un país azotado por el intervencionismo, el populismo, la corrupción y el entrampamiento. Lamentablemente, en el corto plazo, no vemos la luz al final del túnel en ALC.