Director periodístico
Es aplaudible que las grandes firmas peruanas salgan de compras al extranjero. ¿Qué país no sueña con su legión de transnacionales? Los últimos deals hablan de la solidez de nuestras corporaciones, que redefinen sus estrategias y encuentran caminos —ante el absurdo político— en la optimización y la diversificación de sus operaciones. Lo hizo Gloria con Soprole, que le sumó un tercio del mercado de lácteos chileno, y luego Unacem con Conovia, en una transacción pequeña pero que complementa sus dos compras anteriores de los últimos dos años, la dota de insumos para su producción y la consolida en Chile. ¿Pero hay otra lectura?
Es imposible negar que estos movimientos también revelan la diversificación del riesgo por parte de los inversionistas, frente al deterioro del entorno de negocios, que transita del debilitamiento institucional al incremento de regulaciones contraproducentes y con un claro sesgo antiempresarial. José Carlos Saavedra, socio de Apoyo Consultoría, pone en limpio las dos caras del fenómeno: por un lado —me dice, vía WhatsApp—, tras años de un crecimiento económico que ‘justificaba’ los tiempos de incertidumbre, “hoy (el Perú) es un mercado que crece menos, con mayor riesgo e inestabilidad”. Por otro, “al margen del escenario político, ya no hay espacio para crecer orgánicamente en el país”.
Entonces, vayamos a lo importante: ¿somos —o seguimos siendo— una plaza confiable? Dos hechos ponen en duda una respuesta positiva. Primero, un reparto histórico de dividendos: desde el inicio del Gobierno de Pedro Castillo —hace 18 largos meses—, la demanda de los accionistas por cash se combinó con su bajo ánimo de reinversión frente al aumento del riesgo. Y ya lo sabemos: US$ 15 mil millones se fueron del país solo en el 2021, según cifras oficiales (porque fueron más). Segundo, la puesta en venta de dos eléctricas, Kallpa y Enel. Aquí, sin embargo, aunque se puede pensar que es sintomático (el sector es “estable, generoso y de buenos márgenes”, a juicio de un buen conocedor financiero: ¿para qué irse?), técnicamente un caso responde al exit de un fondo y otro a la decisión de su matriz, que quiere bajar la deuda que contrajo para financiar su crecimiento. Que el factor político incida en la elección del mercado de salida es posible, pero no necesariamente es el determinante.
Bien por Gloria y Unacem. Bien por las firmas que encuentran en otros mercados la oportunidad de brindarles un mejor retorno a sus accionistas, más acorde al riesgo. Bien por el sector agroindustrial, que luego de ser golpeado por la sobrerregulación y el populismo, avanza en su diversificación geográfica, hacia Colombia, Uruguay y otros ‘terrenos’ de la región más estables, con beneficios tributarios y costos mucho más competitivos de la tierra. Nada como sembrar en casa —crear empleo y empujar el desarrollo de nuestras cadenas productivas—, pero la responsabilidad de continuar construyendo un país desde la acción privada no es fácil. Y no se puede decir que los líderes empresariales huyen: buscan salidas, pero siguen en pie, aquí.