Escribe: Carlos E. Paredes, economista y docente de la Escuela de Posgrado de la Universidad Continental.
1. Seguramente usted ha escuchado la historia de la rana a la que ponen en una olla con agua. Supuestamente, si el agua está hirviendo, la rana salta de inmediato y se salva; si el agua está tibia y se va calentando gradualmente, la rana se va a acostumbrando al entorno cada vez más caliente, hasta que muere. Es una historia atractiva –aunque carezca de fundamento biológico– que ilustra el peligro de aceptar y “normalizar” hechos y comportamientos que eventualmente destruirán nuestra forma de vivir.
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2. Entre los factores que nos ponen en peligro y hemos normalizado se encuentran: (i) la ausencia del imperio de la ley y el orden, lo cual refleja el debilitamiento de los valores supuestamente plasmados en el marco legal; (ii) instituciones políticas (normas, partidos y organismos públicos) que producen resultados nefastos: desde la denominada ‘clase política’ al debilitamiento del sistema democrático; (iii) un aparato estatal disfuncional, corrupto e ineficaz, que refleja el progresivo deterioro de la gestión del Estado y la pobre calidad de la burocracia estatal.
3. Evidentemente, estos tres factores están estrechamente interrelacionados y se refuerzan entre sí, generando un círculo vicioso que lleva a la degradación progresiva de nuestro país y de nuestras vidas. Es más, estos factores están tan presentes en tantos aspectos de la vida nacional que paradójicamente se invisibilizan. Es como la calidad del aire que respiramos, el tráfico que debemos soportar en la ciudad o la inseguridad en las calles por las que nos desplazamos: sabemos que están allí, nos molestan, pero hacemos poco por cambiarlos y, más bien, los aceptamos.
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4. En este contexto, cabe preguntarnos sobre lo que podrá suceder en las elecciones del 2026. ¿Cuál es el real peligro que enfrentamos? Como he señalado anteriormente, el único peligro no es que la izquierda estatista vuelva nuevamente al poder –y la potencial pérdida de nuestras libertades–, sino de que el populismo corrupto, incapaz y empobrecedor continúe afianzándose en el poder. Muchas de los partidos que han logrado su inscripción podrían ser un vehículo útil para esto último, que al final es ‘más de lo mismo’ o la rana que se va cociendo lentamente en la olla.
5. Sin embargo, también es posible que frente al deterioro progresivo y desgastador triunfe una opción que traiga el ‘cambio repentino’ (el salto de la rana). Así sucedió en Perú en 1990, tras más de 15 años de caos y empobrecimiento, y estaría ocurriendo hoy en la Argentina, donde Milei se está enfrentando al populismo institucionalizado de ese país.
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6. La semana pasada, sindicatos y gremios empresariales se unieron para repudiar un nuevo asesinato de un dirigente de construcción civil y exigir acción por parte del Gobierno. La verdad es que los peruanos estamos hartos de la ineficacia del Estado y de la toma de nuestro país por parte de corruptos y criminales. En este contexto, existe una oportunidad para el cambio repentino para mejor; es cuestión de trabajar en ello. No es un tema ideológico sino de sentido común, de sobrevivencia a fin de cuentas. Votemos a conciencia en el 2026 o seremos la rana hervida en el caldo de la mediocridad y la ilegalidad.
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