
Escribe: José Martínez Sanguinetti, fundador de Sothys Capital
Después de analizar la evolución del crecimiento económico a nivel global, se puede comprobar que las experiencias vividas por diferentes países a lo largo de la historia han sido divergentes. Si definimos el crecimiento económico en términos de velocidad, persistencia y variabilidad a lo largo del tiempo, se observa que cada país ha enfrentado una combinación particular de estas tres características.
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A pesar de las diferencias, podemos clasificar a las naciones en función de su crecimiento: aquellas que históricamente han crecido más rápido, las que presentan un crecimiento más persistente y las que tienen menor variabilidad en sus tasas. En términos de estas dimensiones, los países desarrollados tienden a experimentar un crecimiento más bajo pero persistente. Aunque enfrentan recesiones, estas suelen ser breves y menos volátiles. Por el contrario, los países emergentes tienden a crecer más rápidamente, pero sus tasas son dos veces más volátiles que las de los países desarrollados. Además, los países en vías de desarrollo suelen enfrentar cambios significativos de régimen que provocan aumentos o disminuciones más o menos permanentes en su capacidad de crecimiento a largo plazo.
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Estos cambios de régimen pueden llevar a las naciones a transitar entre economías de alto y bajo crecimiento. Las variaciones en el potencial de crecimiento son explicadas por factores de largo plazo relacionados con la disponibilidad de insumos productivos, como la población en edad de trabajar, maquinaria, capital humano y recursos naturales. Al impacto que cada uno de estos factores tiene sobre la tasa de crecimiento se le denomina productividad del trabajo, capital y capital humano. El entorno institucional también juega un rol crucial, y su efecto conjunto sobre el crecimiento se conoce como productividad total de los factores.
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La visión tradicional sobre una tasa de crecimiento potencial de largo plazo, alrededor de la cual fluctúan las tasas anuales, se aplica, en general, a naciones maduras que no experimentan cambios significativos en su entorno institucional. Las economías más jóvenes son más proclives a la inestabilidad institucional. La historia reciente de la economía peruana ilustra un cambio de régimen fundamental; hasta finales de la primera década del siglo XXI, la economía peruana era considerada de alto crecimiento, con una tasa esperada superior al 4%. Sin embargo, el deterioro en la calidad de las instituciones ha deprimido la inversión privada, reduciendo la tasa de crecimiento esperada a cerca del 3%, incluso con términos de intercambio favorables.
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Similarmente, hace casi 30 años, el premio Nobel de Economía Robert Lucas sugirió que la economía de India estaba condenada a un bajo crecimiento (2.5% anual entre 1979 y 1991) debido a factores culturales. No obstante, tras la liberalización en los años 90, su tasa de crecimiento se ha triplicado, y hoy es una de las economías grandes de más rápido crecimiento.
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A pesar de que la estabilidad caracteriza a las economías desarrolladas, los cambios de régimen también afectan a naciones maduras. Una crisis bancaria y la implosión de la tasa de crecimiento poblacional llevaron a Japón a pasar de ser un milagro económico a una de las economías de más bajo crecimiento. Las autoridades chinas han aprendido de esta experiencia en su planificación, estableciendo objetivos ambiciosos de crecimiento basados en el consumo interno. Los actuales cambios de régimen comercial y fiscal en EE.UU. y Europa podrían, en un caso extremo, ocasionar un “cambio de régimen” que ralentice la tasa de crecimiento global.